16 de enero de 2018
No es una exageración, ni una retorcida estrategia de marketing para fidelizar a los consumidores. Los plátanos, al menos tal y como los conocemos hoy en día, están en peligro real de extinción; los expertos más agoreros no les dan más de cinco o diez años hasta su desaparición. Una plaga, conocida como el ‘mal […]
No es una exageración, ni una retorcida estrategia de marketing para fidelizar a los consumidores. Los plátanos, al menos tal y como los conocemos hoy en día, están en peligro real de extinción; los expertos más agoreros no les dan más de cinco o diez años hasta su desaparición. Una plaga, conocida como el ‘mal de Panamá’, amenaza la cosecha mundial de esta popular fruta, una de las más consumidas en todo el planeta. Lo curioso es que no es la primera vez que ocurre algo parecido: en la década de los cincuenta, el ataque de este mismo hongo acabó con la variedad que nuestros padres o abuelos consumían entonces, un plátano más grande y sabroso que el actual. Todo indica que la historia, décadas después, va a volver a repetirse.
¿Se han preguntado alguna vez por qué las gominolas de plátano no saben a plátano? Porque su sabor es el de la variedad Gros Michel, aquellas exquisitas bananas que se cultivaban hace más de medio siglo en el mundo. El culpable de la desaparición de las ‘Big Mike’ es el mismo que hoy en día tiene contra las cuerdas a la variedad Cavendish, el segundón que tuvo que ocupar el lugar de un predecesor al que nunca pudo igualar en sabor, dulzura y calidad. También el plátano de Canarias pertenece a esta familia de las platanáceas.
El enemigo número 1 en estos momentos para esta fruta, de la que se consumen anualmente 100.000 millones de unidades en todo el planeta, es el ‘Fusarium oxisporum’, que ya en los años cincuenta arrasó con las cosechas de Gros Michel. Los productores de las plantaciones de bananas lograron levantar de nuevo sus negocios gracias a la variedad Cavendish, a pesar de que era más sosa y propensa a las magulladuras, lo que obligó a reestructurar toda la cadena de transporte internacional.
En los años 90, sin embargo, surgió una nueva cepa de este hongo ante la que la variedad Cavendish se ha mostrado extraordinariamente vulnerable y que, si nadie lo remedia, la va a condenar al mismo destino que la Gros Michel. Como detallan desde la asociación de productores de plátano de Canarias, Asprocan, donde el hongo apareció en los años 70, la enfermedad produce una «obstrucción de los vasos conductores de la savia de la planta, impidiendo su circulación hasta que muere». No existe un tratamiento eficaz y hay que retirar el ejemplar enfermo. El problema es que el suelo contaminado puede difundir la enfermedad, por lo que hay que aplicar medidas para recuperarlo y evitar que se disemine.
«En las islas, el cultivo se realiza de forma tradicional en parcelas de pequeño tamaño en su mayoría, lo que permite un buen control del estado fitosanitario del cultivo». Esta idiosincrasia del cultivo canario, que no se lleva a cabo en grandes hectáreas, permite mantener de momento a raya una enfermedad considerada hoy en día «secundaria, ya que afecta a poca superficie y en muchos casos a plantas o sectores aislados dentro de una finca», tranquilizan desde Asprocan, que no aprecian una amenaza inminente a sus producciones… de momento.
Todos los plátanos son clones
Desde la organización Panama Disease, que promueve la búsqueda de soluciones para atajar el problema, advierten sin embargo que la globalización y la fácil transmisión de la plaga por el suelo hace que sea «cuestión de tiempo» la propagación del letal hongo por todas las regiones productoras de plátanos. Pero ¿por qué estas frutas son tan sensibles a esta plaga? Las razones hay que buscarlas en sus curiosas características genéticas, ya que todos los plátanos que consumimos en la actualidad son clones entre ellos, es decir, ejemplares con un mismo ADN, lo que les hace ser extremadamente vulnerables a las epidemias.
Porque esta fruta es estéril, no se reproduce por semillas. Gracias al cruce de distintas especies, la humanidad dispone de plátanos comestibles ya que los silvestres, que no son híbridos, tienen tantas pepitas que resultarían imposibles de digerir. Entonces, ¿cómo se reproducen? Los árboles crecen a partir de trozos de las raíces de otro ejemplar, y todos derivan del mismo, un proceso que se denomina partenocarpia. La consecuencia es que todos los descendientes de la cepa original -en este caso la producción mundial del plátano Cavendish- son copias genéticas exactas entre ellos.
«El mejoramiento genético es una tarea difícil y a largo plazo; llevará décadas encontrar nuevas variedades que satisfagan los requerimientos que exige el consumidor. Lo triste es que Cavendish va a sucumbir ante el Mal de Panamá y no existe ninguna otra variedad que pueda reemplazarla a corto plazo», advierten desde Panama Disease.