15 de enero de 2018
La industria musical afronta desde hace años un dilema complejo, resumido por Gadi Oron, consejero delegado de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores: “La fuente más importante para consumir música online, los servicios de streaming de vídeo, pagan cantidades insignificantes a los creadores”. YouTube abarca el 46% del tiempo consumido en reproducir […]
La industria musical afronta desde hace años un dilema complejo, resumido por Gadi Oron, consejero delegado de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores: “La fuente más importante para consumir música online, los servicios de streaming de vídeo, pagan cantidades insignificantes a los creadores”. YouTube abarca el 46% del tiempo consumido en reproducir canciones bajo demanda en internet y apenas proporciona un dólar por usuario y año al sector, frente a los 20 de Spotify, según la Federación Internacional de la Industria Fonográfica.
Por su parte, el responsable de Música de YouTube indica que “los anuncios han dado más de mil millones de de dólares a la industria [en 2016]” en una reflexión de cinco puntos sobre la relación de la plataforma con el sector. En ese mismo escrito habla del importante papel de su empresa en conseguir que el consumo de música monetizado por la industria sea cada vez mayor, algo que había quedado plasmado también en un informe sobre el impacto de YouTube en la música (financiado por Google, eso sí) y publicado días después de las quejas del consejero delegado de Warner tras firmar un nuevo acuerdo.
Esta tormentosa relación de conveniencia y desencuentros podría cambiar a lo largo de los próximos meses con la entrada de un nuevo actor en escena: Facebook. La plataforma social más importante del mundo ha firmado sendos acuerdos con Universal y Sony que suponen resolver un problema y crear una oportunidad a la vez: evita tener que retirar todos los vídeos que los usuarios suban utilizando canciones del catálogo de esas multinacionales, con lo que eso significa a nivel legal y de gestión; y además marca el inicio de “una hoja de ruta estratégica que proporcionará nuevas experiencias online basadas en la música”, según el comunicado de Universal.
La nueva competencia para YouTube
Facebook se ha lanzado al vídeo como apuesta de crecimiento. Sus usuarios cada vez ven más contenidos de este tipo porque el algoritmo que determina lo que les aparece es convenientemente modificado para ello. El modelo comercial de este formato no está sujeto a los problemas de espacio para colocar publicidad de los que alertaba Facebook en 2016 y además escala ingresos con mayor facilidad, gracias a que si el contenido viaja fuera de la plataforma se lleva su publicidad con él.
Esta trayectoria lleva invariablemente a competir con YouTube por la atención preferente de los creadores de música. Los videoclips son básicos para explicar el éxito de la plataforma de Google, a donde los usuarios acuden mayoritariamente a buscarlos. Más del 40% de ellos ven al menos uno cada mes y además estos contenidos suponen entornos seguros y atractivos para los anunciantes. Los 10 vídeos más vistos de la historia de YouTube son precisamente musicales, y esa métrica de reproducciones también se ha convertido en un estándar para definir el éxito de una canción.
Todos esos videoclips son fruto del acuerdo de Google con las tres grandes discográficas (Universal, Warner y Sony) a partir de 2009, que supuso la creación de VEVO. Esa plataforma dispone de web propia, pero al final es a YouTube a donde acude una amplia mayoría de usuarios a consumir esos contenidos, de forma que ambas partes colaboran y compiten a la vez. Google entrega a las multinacionales el 55% de los ingresos publicitarios que generan esos contenidos, ante la queja histórica del sector por considerarlo insuficiente.
Una oferta que la música no puede rechazar
Ya en septiembre de 2017 Bloomberg adelantó que Facebook negociaba el pago de cientos de millones de dólares a la industria discográfica para que sus usuarios pudieran utilizar sus canciones en los vídeos que suben. Ya solo le queda cerrar un trato al respecto con Warner.
Llegar a un punto de encuentro resulta inevitable para evitar conflictos legales sobre derechos que no interesan a ninguna de las partes, y que sobre todo suponen dedicar demasiados recursos a vigilar la actividad de cientos de millones de usuarios ajenos a esos problemas. Facebook ya ha tenido que desarrollar su propio sistema de reconocimiento de derechos musicales para evitar pleitos, hecho a imagen y semejanza del que desde hace años funciona en YouTube.
Gracias a este desarrollo, denominado Content ID, la plataforma de Google permite que los propietarios de derechos de autor los gestionen de forma que puedan decidir sobre el uso de sus obras por parte de terceros. En el caso de la música, las discográficas pueden obtener ingresos de la explotación de vídeos en los que los usuarios han incluido una canción de su catálogo para sus contenidos caseros, lo que supone ampliar el número de espacios monetizables mucho más allá de los propios vídeos oficiales de los artistas.
Facebook ha seguido el mismo modelo en su Rights Manager, también en lo relativo a las condiciones que ofrece a los tenedores de derechos. De esta forma, si el propietario decide permitir que un tercero utilice su contenido recibirá el 55% de lo que produzcan los anuncios asociados.