“No queremos enlodar al gobierno más progresista de nuestra democracia”, es una frase que los personajes involucrados con el poder, los medios de comunicación y la corrupción del sistema repiten a menudo mientras trascienden los conflictos derivados de la ambición de una familia influyente de España. Aunque la crítica tienda a comparar a la serie “Legado” con la americana “Succession”, la ficción española trasluce con mayor cercanía y sensibilidad los dramas de los tiempos actuales y reales en Latinoamérica, donde las redes de las altas esferas y su incidencia en las decisiones trascendentales traslucen escándalos que ya no asombran tanto al ciudadano común. Como sea, “Legado” comenzó a desplazar el fenómeno de ráting de “El Eternauta” en Netflix, donde ahora conviven como las dos producciones de mayor interés en la plataforma de streaming. Intensa y atrapante, la serie de ocho episodios se centra en los conflictos de poder dentro de una familia de magnates que manejan el holding del diario “El Báltico”, liderada por Federico Seligman: tras dos años alejado por una enfermedad, el patriarca regresa a Madrid para retomar un barco que ahora navega entre aguas turbulentas. La caída del imperio mediático Durante su ausencia, sus hijos, Yolanda (Belén Cuesta), Andrés (Diego Martín) y Guadalupe (Natalia Huarte) se adaptaron a los tiempos –así como a la conveniencia política y económica-, llevando el medio por caminos informales que contravienen el legado intachable que pretende Seligman. Andrés, por ejemplo, maneja el holding intentanto conciliar la digitalización del diario a través manejos oscuros de los registros de audiencia, en tanto que Yolanda va tras el dinero aprovechando las influencias del grupo económico y Guadalupe desarrolla una carrera política en un partido que le permitirá ser ministra sin méritos ni permanencia. Con ello se mezclan los conflictos familiares, de amoríos, traiciones, drogas y el inevitable surgimiento de capítulos oscuros en el pasado reciente de la familia. Apenas baja del avión en Barajas, Seligman recibe el generoso saludo de sus hijos plasmado en el regalo de un reluciente auto deportivo Morgan. Entonces intuye que ya no queda mucho de aquel imperio mediático que desarrolló bajo la idea de un periodismo responsable y ético ahora convertido en una herramienta de múltiples intereses, sin descontar al Estado. “Mis hijos están tan podridos”, se lamenta en una escena posterior el magnate de los la prensa, ya resuelto a salvar el naufragio cuando se entera de la grave enfermedad que le aqueja y de la marcha irregular de su megacompañía. Al fin, el tema que impulsa la ficción –nunca tan irreal en estos tiempos, claro- se centra en la traición, la corrupción, el poder y la ambición, enmarcada en una España salpicada por la manipulación de los medios de comunicación y la supremacía de las élites poderosas. El drama español lo protagoniza el reconocido actor José Coronado, secundado por Belén Cuesta, Diego Martín, Natalia Huarte y María Morera. Al fin, un “Legado” que revisita el mundo de las comunicaciones y sus relaciones con el poder corrupto desde una perspectiva tan recurrente como polémica. Fuente: Publimetro
Blockbuster fue la cadena de videoclubes que llegó a tener 9.000 tiendas en el mundo y sobre las 2.500 en Estados Unidos. Así, es posible, que ciertas generaciones entraran a un local para arrendar una película o videojuego. Sin embargo, la aparición de plataformas digitales, en desmedro de los formatos físicos, creó las condiciones para que la franquicia estadounidense desapareciera de la faz de la Tierra. Aunque la historia de este emprendimiento pudo tener un giro dramático que involucró a Netflix, hoy en día la marca es sinónimo de nostalgia después que cayó en bancarrota en 2010. El origen de Blockbuster No obstante, aunque parezca increíble, David Cook con 33 años, creó la multinacional, con los ahorros de su empresa de software, con el dinero decidió invertir en un modelo de negocio que parecía prometedor: los locales de alquiler de videos. Según El Cronista, la clave para batir a sus competidores era el catálogo de 10.000 películas por local. Con ello, se decidió y abrió el primer Blockbuster en octubre de 1985 en Dallas, Texas. Primero fue este local, luego un segundo y tercero, además de un centro de distribución que costó US$6 millones. Con semejante inversión, la cadena creció a una velocidad considerable, al interior del país y empezó a extenderse a otras latitudes con la misma rapidez. “La primera noche tuvimos que cerrar con llave para que nadie entrara de tanta gente que tuvimos en la apertura”, expresó Cook a CNN en 2003. Una expansión agresiva y las primeras grietas del imperio En sólo 2 años, Wayne Huizenga, dueño de la empresa de residuos Waste Managemennt, se quedó con la mayoría del negocio, con una clara estrategia, comprando los locales de otros competidores. Mientras, Cook abandonó el barco después de recibir cerca de US$20 millones. Justo después, en 1994, la multinacional fue comprada por Viacom, la dueña de MTV y Nickelodeon, que la adquirió por US$8.400 millones. Ahora bien, además del increíble catálogo y facturar millones, Blockbuster firmó acuerdos con los estudios para adquirir los VHS a precios irrisorios, lo que en la práctica significaba tener un catálogo completo. Pero en el horizonte, una empresa que arrendaba DVD, se mostró interesada en negociar con el gigante de los videoclubs. Era nada menos que Netflix. ¿Netflix hubiera salvado a Blockbuster? Al parecer, según cuentan varias versiones de la prensa, incluyendo a Business Insider, Reed Hastings, el fundador de Netflix, tuvo una reunión con John Antioco, CEO de Blockbuster, “para explorar posibilidades, quizá una fusión, una colaboración o, según muchas fuentes, una posible compra de Netflix por 50 millones de dólares”, un precio ridículo, considerando que actualmente el gigante del streaming llegó a ser valorado en 30.000 millones de dólares. A renglón seguido, en la reunión con Antioco, surgió una anécdota que resume la catástrofe. Según Marc Randolph, otrora vicepresidente de marketing corporativo, una vez que Hastings enarboló la propuesta, el director ejecutivo de la empresa sólo atinó a sonreír. “Tan pronto como lo vi, supe lo que estaba pasando: John Antioco luchaba por no reírse”, escribió en ‘That will never work’. De igual manera, los ejecutivos de Netflix demostraron un olfato para innovar frente a la poca pericia de Blockbuster, que demoraba en reaccionar, mientras la posibilidad de acceder al DVD a bajo costo, permitió que los clientes ya no quedaran sujetos a las multas de la multinacional. Inclusive, la novedad de Netflix era adaptar el servicio de Blockbuster, sin las odiosas trabas, que malograban la experiencia del usuario. Asimismo, el servicio era sencillo: ofrecía una suscripción “sin fechas de vencimiento ni cargos por pagos atrasados y acceso ilimitado al contenido, a través de un sitio web especializado en el servicio”, indicó El Tiempo. Con los años, el éxito no demoró en llegar, puesto que Netflix contó en un principio con 239.000 suscriptores, una hazaña que le permitía competir mano a mano con su rival. Una cadena de errores Ya con los números en rojos, la caída de Blockbuster se fraguó entre 2000 y 2010, pese a que recibió diversas inversiones. Asimismo, ni siquiera con la ayuda financiera pudo sobreponerse a la pérdida del 75% de su valor comercial. No obstante, “los 500 millones de dólares anuales de Blockbuster en cargos por pagos atrasados disminuyeron, porque sus competidores no cobraban cargos por pagos atrasados”, indicó una nota de Forbes de 2011. En 2010, la empresa daba señales que la quiebra sería irreversible, pues los esfuerzos de reestructuración no resolvieron los problemas de liquidez. En tanto, por curioso que parezca, los locales que lo hicieron un negocio boyante, ahora se había transformado en una carga difícil de sostener. Finalmente, Dish Network, dirigida por el multimillonario Charles Ergen, ganó la subasta de quiebra de Blockbuster, pero el plan -que consistía en seguir los pasos de Netflix- se implementó demasiado tarde.
“No queremos enlodar al gobierno más progresista de nuestra democracia”, es una frase que los personajes involucrados con el poder, los medios de comunicación y la corrupción del sistema repiten a menudo mientras trascienden los conflictos derivados de la ambición de una familia influyente de España. Aunque la crítica tienda a comparar a la serie “Legado” con la americana “Succession”, la ficción española trasluce con mayor cercanía y sensibilidad los dramas de los tiempos actuales y reales en Latinoamérica, donde las redes de las altas esferas y su incidencia en las decisiones trascendentales traslucen escándalos que ya no asombran tanto al ciudadano común. Como sea, “Legado” comenzó a desplazar el fenómeno de ráting de “El Eternauta” en Netflix, donde ahora conviven como las dos producciones de mayor interés en la plataforma de streaming. Intensa y atrapante, la serie de ocho episodios se centra en los conflictos de poder dentro de una familia de magnates que manejan el holding del diario “El Báltico”, liderada por Federico Seligman: tras dos años alejado por una enfermedad, el patriarca regresa a Madrid para retomar un barco que ahora navega entre aguas turbulentas. La caída del imperio mediático Durante su ausencia, sus hijos, Yolanda (Belén Cuesta), Andrés (Diego Martín) y Guadalupe (Natalia Huarte) se adaptaron a los tiempos –así como a la conveniencia política y económica-, llevando el medio por caminos informales que contravienen el legado intachable que pretende Seligman. Andrés, por ejemplo, maneja el holding intentanto conciliar la digitalización del diario a través manejos oscuros de los registros de audiencia, en tanto que Yolanda va tras el dinero aprovechando las influencias del grupo económico y Guadalupe desarrolla una carrera política en un partido que le permitirá ser ministra sin méritos ni permanencia. Con ello se mezclan los conflictos familiares, de amoríos, traiciones, drogas y el inevitable surgimiento de capítulos oscuros en el pasado reciente de la familia. Apenas baja del avión en Barajas, Seligman recibe el generoso saludo de sus hijos plasmado en el regalo de un reluciente auto deportivo Morgan. Entonces intuye que ya no queda mucho de aquel imperio mediático que desarrolló bajo la idea de un periodismo responsable y ético ahora convertido en una herramienta de múltiples intereses, sin descontar al Estado. “Mis hijos están tan podridos”, se lamenta en una escena posterior el magnate de los la prensa, ya resuelto a salvar el naufragio cuando se entera de la grave enfermedad que le aqueja y de la marcha irregular de su megacompañía. Al fin, el tema que impulsa la ficción –nunca tan irreal en estos tiempos, claro- se centra en la traición, la corrupción, el poder y la ambición, enmarcada en una España salpicada por la manipulación de los medios de comunicación y la supremacía de las élites poderosas. El drama español lo protagoniza el reconocido actor José Coronado, secundado por Belén Cuesta, Diego Martín, Natalia Huarte y María Morera. Al fin, un “Legado” que revisita el mundo de las comunicaciones y sus relaciones con el poder corrupto desde una perspectiva tan recurrente como polémica. Fuente: Publimetro
Blockbuster fue la cadena de videoclubes que llegó a tener 9.000 tiendas en el mundo y sobre las 2.500 en Estados Unidos. Así, es posible, que ciertas generaciones entraran a un local para arrendar una película o videojuego. Sin embargo, la aparición de plataformas digitales, en desmedro de los formatos físicos, creó las condiciones para que la franquicia estadounidense desapareciera de la faz de la Tierra. Aunque la historia de este emprendimiento pudo tener un giro dramático que involucró a Netflix, hoy en día la marca es sinónimo de nostalgia después que cayó en bancarrota en 2010. El origen de Blockbuster No obstante, aunque parezca increíble, David Cook con 33 años, creó la multinacional, con los ahorros de su empresa de software, con el dinero decidió invertir en un modelo de negocio que parecía prometedor: los locales de alquiler de videos. Según El Cronista, la clave para batir a sus competidores era el catálogo de 10.000 películas por local. Con ello, se decidió y abrió el primer Blockbuster en octubre de 1985 en Dallas, Texas. Primero fue este local, luego un segundo y tercero, además de un centro de distribución que costó US$6 millones. Con semejante inversión, la cadena creció a una velocidad considerable, al interior del país y empezó a extenderse a otras latitudes con la misma rapidez. “La primera noche tuvimos que cerrar con llave para que nadie entrara de tanta gente que tuvimos en la apertura”, expresó Cook a CNN en 2003. Una expansión agresiva y las primeras grietas del imperio En sólo 2 años, Wayne Huizenga, dueño de la empresa de residuos Waste Managemennt, se quedó con la mayoría del negocio, con una clara estrategia, comprando los locales de otros competidores. Mientras, Cook abandonó el barco después de recibir cerca de US$20 millones. Justo después, en 1994, la multinacional fue comprada por Viacom, la dueña de MTV y Nickelodeon, que la adquirió por US$8.400 millones. Ahora bien, además del increíble catálogo y facturar millones, Blockbuster firmó acuerdos con los estudios para adquirir los VHS a precios irrisorios, lo que en la práctica significaba tener un catálogo completo. Pero en el horizonte, una empresa que arrendaba DVD, se mostró interesada en negociar con el gigante de los videoclubs. Era nada menos que Netflix. ¿Netflix hubiera salvado a Blockbuster? Al parecer, según cuentan varias versiones de la prensa, incluyendo a Business Insider, Reed Hastings, el fundador de Netflix, tuvo una reunión con John Antioco, CEO de Blockbuster, “para explorar posibilidades, quizá una fusión, una colaboración o, según muchas fuentes, una posible compra de Netflix por 50 millones de dólares”, un precio ridículo, considerando que actualmente el gigante del streaming llegó a ser valorado en 30.000 millones de dólares. A renglón seguido, en la reunión con Antioco, surgió una anécdota que resume la catástrofe. Según Marc Randolph, otrora vicepresidente de marketing corporativo, una vez que Hastings enarboló la propuesta, el director ejecutivo de la empresa sólo atinó a sonreír. “Tan pronto como lo vi, supe lo que estaba pasando: John Antioco luchaba por no reírse”, escribió en ‘That will never work’. De igual manera, los ejecutivos de Netflix demostraron un olfato para innovar frente a la poca pericia de Blockbuster, que demoraba en reaccionar, mientras la posibilidad de acceder al DVD a bajo costo, permitió que los clientes ya no quedaran sujetos a las multas de la multinacional. Inclusive, la novedad de Netflix era adaptar el servicio de Blockbuster, sin las odiosas trabas, que malograban la experiencia del usuario. Asimismo, el servicio era sencillo: ofrecía una suscripción “sin fechas de vencimiento ni cargos por pagos atrasados y acceso ilimitado al contenido, a través de un sitio web especializado en el servicio”, indicó El Tiempo. Con los años, el éxito no demoró en llegar, puesto que Netflix contó en un principio con 239.000 suscriptores, una hazaña que le permitía competir mano a mano con su rival. Una cadena de errores Ya con los números en rojos, la caída de Blockbuster se fraguó entre 2000 y 2010, pese a que recibió diversas inversiones. Asimismo, ni siquiera con la ayuda financiera pudo sobreponerse a la pérdida del 75% de su valor comercial. No obstante, “los 500 millones de dólares anuales de Blockbuster en cargos por pagos atrasados disminuyeron, porque sus competidores no cobraban cargos por pagos atrasados”, indicó una nota de Forbes de 2011. En 2010, la empresa daba señales que la quiebra sería irreversible, pues los esfuerzos de reestructuración no resolvieron los problemas de liquidez. En tanto, por curioso que parezca, los locales que lo hicieron un negocio boyante, ahora se había transformado en una carga difícil de sostener. Finalmente, Dish Network, dirigida por el multimillonario Charles Ergen, ganó la subasta de quiebra de Blockbuster, pero el plan -que consistía en seguir los pasos de Netflix- se implementó demasiado tarde.