Al parecer, la Generación Z está resignificando las relaciones románticas por aquellas más convenientes dándole así una vuelta al significado del “Matrimonio Lavanda”. Antiguamente, un “Matrimonio Lavanda” ocurría cuando una persona homosexual decidía casarse para ocultar su orientación sexual y no dar paso a rumores. Uno de los ejemplos fue la boda entre la actriz y cantante Liza Minelli y David Gest. Sin embargo, las generaciones de ahora resignificaron el término de matrimonio lavanda. Ahora, se trata de dos personas -sin importar su orientación sexual- que deciden casarse sin tener una relación sexoafectiva, sin embargo, buscan dividir gastos y obtener los beneficios de alguien casado. Sobre la necesidad de compartir la vida con alguien en vez de optar a la soledad, la psicóloga clínica y académica de la Escuela de Sociología UDP, Angela Boitano, explicó a The Clinic que “ es posible que la vida cotidiana se haga más llevadera en compañía de otro u otra. Me refiero no sólo al aspecto económico sino a las diversas tareas que supone vivir de manera autónoma por primera vez. Supongo que ese es el caso dado que es una tendencia entre las personas más jóvenes. Por lo mismo, es posible que esta sea una estrategia que permite el tránsito de una vida dependiente de la familia a una vida más adulta. Es interesante que se desacople de la necesidad de que esta compañía provea -además- de un vinculo sexoafectivo, suena más instrumental “. ¿Por qué optar por el Matrimonio Lavanda? Consultada sobre si esto ocurre porque las personas parecen darse por vencidas en el proceso de buscar un compañero de vida, Boitano señala que “ no estoy segura de que la vida lavanda sea una señal de cansancio frente a la búsqueda fracasada de parejas, creo más bien que hoy se busca un tipo de afecto menos comprometido y la vida sexual suele implicar cierta exclusividad”. “ Creo que las personas jóvenes estarían ensayando nuevas maneras de seducción y de compromiso ya que las estrategias más clásicas han sido tildadas de “machistas” y agresivas en algunos casos. En mi práctica clínica y en mi experiencia como docente he visto innumerables veces la condena a quien se atreve a manifestar su deseo de intimidad. Eso obliga a revisar las estrategias tradicionales más cortesanas y románticas, hoy no sirve. El problema es que hay que crear nuevos repertorios y tal vez desexualizar las relaciones es parte de esto”, agrega la académica. Lo que muchos se preguntan, con esto ¿murió la idea de tener una pareja romántica? “No sé si murió pero sí creo que es una idea que ya no forma parte de las proyecciones de ellos/as como sujetos amorosos. La idea romántica suponía un amor idealizado, él seduciendo a una damisela frágil, un amor eterno, etc.; ese modelo ciertamente está fuera de lugar, basta mirar los índices de divorcio, las parejas ensambladas, etc. Hoy tenemos mujeres que tienen en sus planes una carrera, viajes, tal vez una familia, pero no es lo prioritario. Los hombres siempre han tenido esas alternativas por cierto, la familia no era un tema pues las mujeres se hacían cargo de eso, hoy si quieren tener una familia deberán poner energía en eso. Hay ahí un dilema interesante”.
A pesar de que el amor es una experiencia puramente subjetiva y emocional, en el fondo, su origen es completamente biológico. Detrás de todos los sentimientos que nos desbordan cuando nos enamoramos (ya sea a primera, segunda o tercera vista), existe un proceso neuroquímico en el que intervienen varias sustancias, principalmente la dopamina, la oxitocina y la serotonina. cómo consiguen estos compuestos tan simple crear las famosas “mariposas en el estómago”. DOPAMINA, DE LA ATRACCIÓN Y LA RECOMPENSA Como todo, el enamoramiento también tiene una serie de pasos, y el primero está protagonizado por un pequeño neurotransmisor fundamental en el sistema de recompensa cerebral: la dopamina. Este sistema, ubicado en el circuito mesolímbico, es el responsable de generar y producir el placer y la motivación cuando una persona experimenta algo de lo que disfruta, como comer, escuchar música o, como puedes imaginar, enamorarse. ¿Cómo ocurre este primer paso? Sencillo: cuando vemos a alguien del que nos sentimos atraídos, nuestro hipotálamo activa la liberación de dopamina en el núcleo accumbens, una región cerebral muy estrechamente asociada al placer y a la recompensa. Esta es sintetizada en ese núcleo, a partir del aminoácido tirosina, el cual se convierte en L-DOPA, antes de transformarse de nuevo en la dopamina funcional. Y la síntesis de dopamina es sinónimo de muchas cosas. De euforia, de energía, de fijación, de deseo o de comportamiento adictivo. Por ejemplo, cuando estás en frente a alguien que te gusta, tiendes a sentir una gran emoción, tu cerebro asocia su presencia al placer, te incita a buscar su compañía y, de hecho, pueden llegarse a observar patrones muy similares a los observados en la adicción a sustancias como la cocaína, ya que el circuito de recompensa se activa de manera parecida. No obstante, para bien o para mal, la síntesis de dopamina es solo una fase. Con el tiempo, el cerebro deja de liberar grandes cantidades de dopamina en respuesta a la misma persona, lo que nos lleva a un estado de amor más estable, sano e independiente. Y, justo aquí, es donde entra en juego la oxitocina. OXITOCINA, DEL APEGO EMOCIONAL Así, a medida que avanza la relación, la euforia inicial de la dopamina da paso a una sensación mucho más profunda de conexión y apego. Se trata de una situación estable donde la protagonista es la oxitocina, una neurohormona que se produce en el hipotálamo y que es liberada por la hipófisis posterior. Concretamente, la oxitocina tiende a liberarse en cantidades enormes durante el contacto físico, especialmente en situaciones de intimidad, como los abrazos, los besos y las relaciones sexuales. De esta forma, una vez liberada, se une directamente a receptores en la amígdala y el núcleo accumbens, lo que da lugar a que se la persona experimente sentimientos relacionados con el apego, la confianza y la reducción del miedo, del estrés o la ansiedad. Incluso, en estudios con roedores monógamos, se ha observado que los niveles altos de oxitocina promueven la exclusividad y la fidelidad en las relaciones. La oxitocina tiende a liberarse en cantidades enormes durante el contacto físico, especialmente en situaciones de intimidad, como los abrazos, los besos y las relaciones sexuales. Además, la oxitocina está estrechamente relacionada con otra hormona llamada vasopresina que, en palabras simples, promueve sentimientos relacionados con el refuerzo de los lazos de pareja y la aparición de conductas de protección y compromiso a largo plazo. Es decir, sin oxitocina, el amor romántico perdería por completo su estabilidad: al final, es la hormona que nos permite vincularnos emocionalmente a nuestra pareja más allá de esa atracción inicial. SEROTONINA, DEL EQUILIBRIO EMOCIONAL Y, mientras la dopamina nos impulsa a buscar el placer, y la oxitocina refuerza el compromiso con la pareja, la serotonina juega un papel clave en la regulación del estado de ánimo. Se trata de una hormona sintetizada a partir del triptófano, un aminoácido que se encuentra en ciertos alimentos y cuya producción ocurre principalmente en las neuronas del núcleo del rafe, desde donde se distribuye al resto de las regiones cerebrales. La serotonina tiende a aumentar a lo largo que la relación avanza, permitiéndonos recuperar el equilibrio emocional. Curiosamente, durante las primeras fases del enamoramiento, los niveles de serotonina están significativamente bajos y, mientras la relación se estabiliza, estos tienden a ir subiendo de manera progresiva. ¿Cuáles son las consecuencias de esto? Pues, justamente, esa primera reducción genera un comportamiento similar al observado en personas con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), lo que explica por qué en esta fase del amor pensamos constantemente en la persona amada, sentimos una gran necesidad de contacto o, incluso, llegamos a experimentar ansiedad cuando no estamos cerca de ella. Pero, tranquilo, al igual que con las otras dos hormonas, esta tampoco se mantiene inmutable. Como ya adelantamos, la serotonina tiende a aumentar a lo largo que la relación avanza, permitiéndonos recuperar el equilibrio emocional. Es justo en ese punto cuando el amor deja de ser una obsesión : la dopamina baja, la oxitocina sube y la serotonina se estabiliza. Parece que esas son las claves químicas para una relación estable y madura.
Al parecer, la Generación Z está resignificando las relaciones románticas por aquellas más convenientes dándole así una vuelta al significado del “Matrimonio Lavanda”. Antiguamente, un “Matrimonio Lavanda” ocurría cuando una persona homosexual decidía casarse para ocultar su orientación sexual y no dar paso a rumores. Uno de los ejemplos fue la boda entre la actriz y cantante Liza Minelli y David Gest. Sin embargo, las generaciones de ahora resignificaron el término de matrimonio lavanda. Ahora, se trata de dos personas -sin importar su orientación sexual- que deciden casarse sin tener una relación sexoafectiva, sin embargo, buscan dividir gastos y obtener los beneficios de alguien casado. Sobre la necesidad de compartir la vida con alguien en vez de optar a la soledad, la psicóloga clínica y académica de la Escuela de Sociología UDP, Angela Boitano, explicó a The Clinic que “ es posible que la vida cotidiana se haga más llevadera en compañía de otro u otra. Me refiero no sólo al aspecto económico sino a las diversas tareas que supone vivir de manera autónoma por primera vez. Supongo que ese es el caso dado que es una tendencia entre las personas más jóvenes. Por lo mismo, es posible que esta sea una estrategia que permite el tránsito de una vida dependiente de la familia a una vida más adulta. Es interesante que se desacople de la necesidad de que esta compañía provea -además- de un vinculo sexoafectivo, suena más instrumental “. ¿Por qué optar por el Matrimonio Lavanda? Consultada sobre si esto ocurre porque las personas parecen darse por vencidas en el proceso de buscar un compañero de vida, Boitano señala que “ no estoy segura de que la vida lavanda sea una señal de cansancio frente a la búsqueda fracasada de parejas, creo más bien que hoy se busca un tipo de afecto menos comprometido y la vida sexual suele implicar cierta exclusividad”. “ Creo que las personas jóvenes estarían ensayando nuevas maneras de seducción y de compromiso ya que las estrategias más clásicas han sido tildadas de “machistas” y agresivas en algunos casos. En mi práctica clínica y en mi experiencia como docente he visto innumerables veces la condena a quien se atreve a manifestar su deseo de intimidad. Eso obliga a revisar las estrategias tradicionales más cortesanas y románticas, hoy no sirve. El problema es que hay que crear nuevos repertorios y tal vez desexualizar las relaciones es parte de esto”, agrega la académica. Lo que muchos se preguntan, con esto ¿murió la idea de tener una pareja romántica? “No sé si murió pero sí creo que es una idea que ya no forma parte de las proyecciones de ellos/as como sujetos amorosos. La idea romántica suponía un amor idealizado, él seduciendo a una damisela frágil, un amor eterno, etc.; ese modelo ciertamente está fuera de lugar, basta mirar los índices de divorcio, las parejas ensambladas, etc. Hoy tenemos mujeres que tienen en sus planes una carrera, viajes, tal vez una familia, pero no es lo prioritario. Los hombres siempre han tenido esas alternativas por cierto, la familia no era un tema pues las mujeres se hacían cargo de eso, hoy si quieren tener una familia deberán poner energía en eso. Hay ahí un dilema interesante”.
A pesar de que el amor es una experiencia puramente subjetiva y emocional, en el fondo, su origen es completamente biológico. Detrás de todos los sentimientos que nos desbordan cuando nos enamoramos (ya sea a primera, segunda o tercera vista), existe un proceso neuroquímico en el que intervienen varias sustancias, principalmente la dopamina, la oxitocina y la serotonina. cómo consiguen estos compuestos tan simple crear las famosas “mariposas en el estómago”. DOPAMINA, DE LA ATRACCIÓN Y LA RECOMPENSA Como todo, el enamoramiento también tiene una serie de pasos, y el primero está protagonizado por un pequeño neurotransmisor fundamental en el sistema de recompensa cerebral: la dopamina. Este sistema, ubicado en el circuito mesolímbico, es el responsable de generar y producir el placer y la motivación cuando una persona experimenta algo de lo que disfruta, como comer, escuchar música o, como puedes imaginar, enamorarse. ¿Cómo ocurre este primer paso? Sencillo: cuando vemos a alguien del que nos sentimos atraídos, nuestro hipotálamo activa la liberación de dopamina en el núcleo accumbens, una región cerebral muy estrechamente asociada al placer y a la recompensa. Esta es sintetizada en ese núcleo, a partir del aminoácido tirosina, el cual se convierte en L-DOPA, antes de transformarse de nuevo en la dopamina funcional. Y la síntesis de dopamina es sinónimo de muchas cosas. De euforia, de energía, de fijación, de deseo o de comportamiento adictivo. Por ejemplo, cuando estás en frente a alguien que te gusta, tiendes a sentir una gran emoción, tu cerebro asocia su presencia al placer, te incita a buscar su compañía y, de hecho, pueden llegarse a observar patrones muy similares a los observados en la adicción a sustancias como la cocaína, ya que el circuito de recompensa se activa de manera parecida. No obstante, para bien o para mal, la síntesis de dopamina es solo una fase. Con el tiempo, el cerebro deja de liberar grandes cantidades de dopamina en respuesta a la misma persona, lo que nos lleva a un estado de amor más estable, sano e independiente. Y, justo aquí, es donde entra en juego la oxitocina. OXITOCINA, DEL APEGO EMOCIONAL Así, a medida que avanza la relación, la euforia inicial de la dopamina da paso a una sensación mucho más profunda de conexión y apego. Se trata de una situación estable donde la protagonista es la oxitocina, una neurohormona que se produce en el hipotálamo y que es liberada por la hipófisis posterior. Concretamente, la oxitocina tiende a liberarse en cantidades enormes durante el contacto físico, especialmente en situaciones de intimidad, como los abrazos, los besos y las relaciones sexuales. De esta forma, una vez liberada, se une directamente a receptores en la amígdala y el núcleo accumbens, lo que da lugar a que se la persona experimente sentimientos relacionados con el apego, la confianza y la reducción del miedo, del estrés o la ansiedad. Incluso, en estudios con roedores monógamos, se ha observado que los niveles altos de oxitocina promueven la exclusividad y la fidelidad en las relaciones. La oxitocina tiende a liberarse en cantidades enormes durante el contacto físico, especialmente en situaciones de intimidad, como los abrazos, los besos y las relaciones sexuales. Además, la oxitocina está estrechamente relacionada con otra hormona llamada vasopresina que, en palabras simples, promueve sentimientos relacionados con el refuerzo de los lazos de pareja y la aparición de conductas de protección y compromiso a largo plazo. Es decir, sin oxitocina, el amor romántico perdería por completo su estabilidad: al final, es la hormona que nos permite vincularnos emocionalmente a nuestra pareja más allá de esa atracción inicial. SEROTONINA, DEL EQUILIBRIO EMOCIONAL Y, mientras la dopamina nos impulsa a buscar el placer, y la oxitocina refuerza el compromiso con la pareja, la serotonina juega un papel clave en la regulación del estado de ánimo. Se trata de una hormona sintetizada a partir del triptófano, un aminoácido que se encuentra en ciertos alimentos y cuya producción ocurre principalmente en las neuronas del núcleo del rafe, desde donde se distribuye al resto de las regiones cerebrales. La serotonina tiende a aumentar a lo largo que la relación avanza, permitiéndonos recuperar el equilibrio emocional. Curiosamente, durante las primeras fases del enamoramiento, los niveles de serotonina están significativamente bajos y, mientras la relación se estabiliza, estos tienden a ir subiendo de manera progresiva. ¿Cuáles son las consecuencias de esto? Pues, justamente, esa primera reducción genera un comportamiento similar al observado en personas con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), lo que explica por qué en esta fase del amor pensamos constantemente en la persona amada, sentimos una gran necesidad de contacto o, incluso, llegamos a experimentar ansiedad cuando no estamos cerca de ella. Pero, tranquilo, al igual que con las otras dos hormonas, esta tampoco se mantiene inmutable. Como ya adelantamos, la serotonina tiende a aumentar a lo largo que la relación avanza, permitiéndonos recuperar el equilibrio emocional. Es justo en ese punto cuando el amor deja de ser una obsesión : la dopamina baja, la oxitocina sube y la serotonina se estabiliza. Parece que esas son las claves químicas para una relación estable y madura.