No, no es ciencia ficción ni un tráiler de Interestelar. Un grupo de investigadores españoles acaba de detectar lo que podría llamarse una “luna trucha”: el asteroide 2025 PN7. Desde hace más de 60 años gira cerca de la Tierra, y lo seguirá haciendo otros 60… sin ser realmente una luna. El hallazgo reaviva una pregunta que suena sacada de un libro de Carl Sagan: ¿tenemos una segunda luna y no lo sabíamos? PUBLICIDAD Te puede interesar: [ Volkswagen debe rendir cuentas por un barco llenó de autos eléctricos que se hundió ] El asteroide fue detectado el 2 de agosto de 2025 por el observatorio Pan-STARRS en Hawái. Su nombre oficial es 2025 PN7, y aunque suena a contraseña de WiFi, en realidad es parte de un fenómeno astronómico fascinante: las cuasi-lunas. Este pequeño cuerpo celeste no orbita la Tierra directamente como nuestra clásica y siempre fotogénica Luna. En cambio, orbita al Sol en una trayectoria que lo mantiene cerca de la Tierra durante décadas, creando la ilusión de que nos acompaña. Pero no, no está atado a nuestra gravedad. Es más bien como ese amigo que siempre aparece en tus planes, pero nunca vive contigo. Una cuasi-luna es básicamente un asteroide que parece seguir a un planeta, pero en realidad está orbitando al Sol. Es un truco visual celeste. Desde nuestra perspectiva, parece que orbita la Tierra, pero su verdadera lealtad gravitacional está con el Sol. 2025 PN7 lleva rondándonos desde los años 60, y solo ahora lo notamos. ¿La razón? Es minúsculo: tiene entre 15 y 30 metros de diámetro. O sea, más chico que una cancha de fútbol. Además, es muy tenue, y solo puede ser detectado cuando se acerca bastante a la Tierra. PUBLICIDAD A veces se pone tan cerca como 300.000 kilómetros, más o menos la misma distancia que la Luna. Pero por su tamaño y brillo tan bajo, pasó desapercibido... hasta ahora. Incluso lo encontraron en imágenes de archivo de 2014, como ese ex que descubrís en una foto vieja y pensás “¿cómo no lo vi antes?”. Este asteroide no es cualquier cosa: es parte del misterioso cinturón de Arjuna, un grupo de objetos espaciales con órbitas casi gemelas a la de la Tierra. Son como los dobles cósmicos de nuestro planeta, pero en versión roca espacial. Ahora se conocen más de 100 asteroides Arjuna, y se cree que pueden tener información valiosísima sobre la formación del sistema solar. El primer Arjuna fue descubierto en 1991 y, en su momento, pensaron que era una sonda espacial perdida. Así de raros son. Lo primero que uno piensa cuando escucha “asteroide” y “orbita la Tierra” en la misma frase es: ¿debería preocuparme? Pero no, 2025 PN7 no representa ningún peligro. De hecho, su descubrimiento es más un motivo de fascinación que de alarma. Te puede interesar: [ Estas son las cosas para las que usamos ChatGPT, dice OpenAi ] Es como si la Tierra tuviera un pequeño satélite espía que ha estado ahí desde los años 60, simplemente observando, y ahora le decimos: “¡Hey, qué hacés por acá!”. Fuente: Publimetro
El Sol está experimentando un aumento significativo en su actividad, un fenómeno cíclico que podría desencadenar nuevas tormentas solares con dirección a la Tierra en los próximos días. Recientemente, el 14 de mayo, el Observatorio de Dinámica Solar de la NASA detectó una llamarada solar de clase X2.7, la más potente del año hasta la fecha. Esta erupción generó una masiva eyección de masa coronal (CME) que se extendió por más de 967.000 kilómetros, una distancia equivalente a más de 75 veces el diámetro de nuestro planeta. La agencia espacial estadounidense ha advertido sobre la aparición de más manchas solares, indicando una alta probabilidad de futuras tormentas geomagnéticas. Este incremento en la actividad se debe a que el Sol atraviesa el máximo de su ciclo de 11 años, un período donde sus polos magnéticos se invierten, pasando de una baja intensidad a una fase con tormentas frecuentes e intensas. Esta dinámica aumenta la frecuencia de las erupciones solares y orienta las regiones más activas de la estrella hacia la Tierra. ¿Cómo se generan las tormentas solares? Las tormentas solares son fenómenos complejos que se originan en la atmósfera exterior del Sol, conocida como la corona. El astrónomo César Fuentes, investigador Asociado del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA) y académico de la Universidad de Chile, explica que «lo que ocurre en estos casos es que cuando hay actividad en la corona solar, ésta puede llevar asociada eyecciones de partículas cargadas y masivas, las que pueden provocar problemas para la salud de los astronautas y las comunicaciones». Estas eyecciones de masa coronal (CME) se producen cuando el intenso campo magnético del Sol fuerza a las partículas cargadas a ser expulsadas desde una mancha solar y luego reingresar por otra de polaridad opuesta. «Cuando estas estructuras se recombinan, se produce una liberación violenta de energía que expulsa esas partículas hacia el espacio. Si eso ocurre en dirección a la Tierra, es cuando se genera una tormenta solar que puede llegar a interactuar con nuestro campo magnético», detalla Fuentes. Un dato crucial es el tiempo de advertencia : «Podemos saberlo tan solo ocho minutos después de que ocurre [la erupción en el Sol], pero el flujo de partículas toma entre uno y dos días en alcanzar nuestro planeta», menciona el astrónomo. Impacto potencial en la tecnología A nivel global, la NASA ha señalado que estas tormentas solares pueden afectar las comunicaciones, redes eléctricas, señales de televisión y de navegación, e incluso poner en riesgo naves espaciales y la infraestructura orbital. «Las principales afectadas son las estructuras electrónicas que orbitan la Tierra, como los satélites. Estos pueden presentar desconexiones momentáneas, especialmente si se encuentran fuera de la protección de la magnetósfera», explica Fuentes. Además, se pueden generar errores significativos en la navegación por GPS. «Se pueden presentar fallos de posicionamiento de hasta decenas de metros debido a la perturbación de la señal en la ionósfera», aclara el astrónomo de la U. de Chile. Incluso la aviación comercial podría verse obligada a desviar rutas para evitar interferencias. Sin embargo, el experto es enfático al limitar el alcance de estos eventos para la vida cotidiana en la Tierra y, particularmente, en Chile. «El efecto es principalmente en las infraestructuras que orbitan a nuestro planeta, y a las redes eléctricas cercanas a los polos, donde las partículas cargadas pueden generar problemas». Respecto a Chile, el científico es claro: «No debería afectar absolutamente nada con respecto al clima, otros servicios o al medio ambiente. Es muy poco probable que tenga un impacto mayor en nuestra región».
No, no es ciencia ficción ni un tráiler de Interestelar. Un grupo de investigadores españoles acaba de detectar lo que podría llamarse una “luna trucha”: el asteroide 2025 PN7. Desde hace más de 60 años gira cerca de la Tierra, y lo seguirá haciendo otros 60… sin ser realmente una luna. El hallazgo reaviva una pregunta que suena sacada de un libro de Carl Sagan: ¿tenemos una segunda luna y no lo sabíamos? PUBLICIDAD Te puede interesar: [ Volkswagen debe rendir cuentas por un barco llenó de autos eléctricos que se hundió ] El asteroide fue detectado el 2 de agosto de 2025 por el observatorio Pan-STARRS en Hawái. Su nombre oficial es 2025 PN7, y aunque suena a contraseña de WiFi, en realidad es parte de un fenómeno astronómico fascinante: las cuasi-lunas. Este pequeño cuerpo celeste no orbita la Tierra directamente como nuestra clásica y siempre fotogénica Luna. En cambio, orbita al Sol en una trayectoria que lo mantiene cerca de la Tierra durante décadas, creando la ilusión de que nos acompaña. Pero no, no está atado a nuestra gravedad. Es más bien como ese amigo que siempre aparece en tus planes, pero nunca vive contigo. Una cuasi-luna es básicamente un asteroide que parece seguir a un planeta, pero en realidad está orbitando al Sol. Es un truco visual celeste. Desde nuestra perspectiva, parece que orbita la Tierra, pero su verdadera lealtad gravitacional está con el Sol. 2025 PN7 lleva rondándonos desde los años 60, y solo ahora lo notamos. ¿La razón? Es minúsculo: tiene entre 15 y 30 metros de diámetro. O sea, más chico que una cancha de fútbol. Además, es muy tenue, y solo puede ser detectado cuando se acerca bastante a la Tierra. PUBLICIDAD A veces se pone tan cerca como 300.000 kilómetros, más o menos la misma distancia que la Luna. Pero por su tamaño y brillo tan bajo, pasó desapercibido... hasta ahora. Incluso lo encontraron en imágenes de archivo de 2014, como ese ex que descubrís en una foto vieja y pensás “¿cómo no lo vi antes?”. Este asteroide no es cualquier cosa: es parte del misterioso cinturón de Arjuna, un grupo de objetos espaciales con órbitas casi gemelas a la de la Tierra. Son como los dobles cósmicos de nuestro planeta, pero en versión roca espacial. Ahora se conocen más de 100 asteroides Arjuna, y se cree que pueden tener información valiosísima sobre la formación del sistema solar. El primer Arjuna fue descubierto en 1991 y, en su momento, pensaron que era una sonda espacial perdida. Así de raros son. Lo primero que uno piensa cuando escucha “asteroide” y “orbita la Tierra” en la misma frase es: ¿debería preocuparme? Pero no, 2025 PN7 no representa ningún peligro. De hecho, su descubrimiento es más un motivo de fascinación que de alarma. Te puede interesar: [ Estas son las cosas para las que usamos ChatGPT, dice OpenAi ] Es como si la Tierra tuviera un pequeño satélite espía que ha estado ahí desde los años 60, simplemente observando, y ahora le decimos: “¡Hey, qué hacés por acá!”. Fuente: Publimetro
El Sol está experimentando un aumento significativo en su actividad, un fenómeno cíclico que podría desencadenar nuevas tormentas solares con dirección a la Tierra en los próximos días. Recientemente, el 14 de mayo, el Observatorio de Dinámica Solar de la NASA detectó una llamarada solar de clase X2.7, la más potente del año hasta la fecha. Esta erupción generó una masiva eyección de masa coronal (CME) que se extendió por más de 967.000 kilómetros, una distancia equivalente a más de 75 veces el diámetro de nuestro planeta. La agencia espacial estadounidense ha advertido sobre la aparición de más manchas solares, indicando una alta probabilidad de futuras tormentas geomagnéticas. Este incremento en la actividad se debe a que el Sol atraviesa el máximo de su ciclo de 11 años, un período donde sus polos magnéticos se invierten, pasando de una baja intensidad a una fase con tormentas frecuentes e intensas. Esta dinámica aumenta la frecuencia de las erupciones solares y orienta las regiones más activas de la estrella hacia la Tierra. ¿Cómo se generan las tormentas solares? Las tormentas solares son fenómenos complejos que se originan en la atmósfera exterior del Sol, conocida como la corona. El astrónomo César Fuentes, investigador Asociado del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA) y académico de la Universidad de Chile, explica que «lo que ocurre en estos casos es que cuando hay actividad en la corona solar, ésta puede llevar asociada eyecciones de partículas cargadas y masivas, las que pueden provocar problemas para la salud de los astronautas y las comunicaciones». Estas eyecciones de masa coronal (CME) se producen cuando el intenso campo magnético del Sol fuerza a las partículas cargadas a ser expulsadas desde una mancha solar y luego reingresar por otra de polaridad opuesta. «Cuando estas estructuras se recombinan, se produce una liberación violenta de energía que expulsa esas partículas hacia el espacio. Si eso ocurre en dirección a la Tierra, es cuando se genera una tormenta solar que puede llegar a interactuar con nuestro campo magnético», detalla Fuentes. Un dato crucial es el tiempo de advertencia : «Podemos saberlo tan solo ocho minutos después de que ocurre [la erupción en el Sol], pero el flujo de partículas toma entre uno y dos días en alcanzar nuestro planeta», menciona el astrónomo. Impacto potencial en la tecnología A nivel global, la NASA ha señalado que estas tormentas solares pueden afectar las comunicaciones, redes eléctricas, señales de televisión y de navegación, e incluso poner en riesgo naves espaciales y la infraestructura orbital. «Las principales afectadas son las estructuras electrónicas que orbitan la Tierra, como los satélites. Estos pueden presentar desconexiones momentáneas, especialmente si se encuentran fuera de la protección de la magnetósfera», explica Fuentes. Además, se pueden generar errores significativos en la navegación por GPS. «Se pueden presentar fallos de posicionamiento de hasta decenas de metros debido a la perturbación de la señal en la ionósfera», aclara el astrónomo de la U. de Chile. Incluso la aviación comercial podría verse obligada a desviar rutas para evitar interferencias. Sin embargo, el experto es enfático al limitar el alcance de estos eventos para la vida cotidiana en la Tierra y, particularmente, en Chile. «El efecto es principalmente en las infraestructuras que orbitan a nuestro planeta, y a las redes eléctricas cercanas a los polos, donde las partículas cargadas pueden generar problemas». Respecto a Chile, el científico es claro: «No debería afectar absolutamente nada con respecto al clima, otros servicios o al medio ambiente. Es muy poco probable que tenga un impacto mayor en nuestra región».