Nuestro cerebro es un órgano con un alto consumo energético. Sin embargo, a diferencia de otros tejidos, no puede utilizar ácidos grasos como fuente principal de energía. Pero esto no significa que las grasas no contribuyan en su funcionamiento. De hecho, ciertos lípidos cumplen un rol clave en la regulación de procesos neuronales esenciales, que van desde la memoria hasta el control del hambre. “Lo que comemos, de alguna forma, afecta nuestra salud y eso está muy claro”, afirmó la doctora Núria Casals, investigadora en el campo del metabolismo lipídico y quien compartió detalles de sus más recientes estudios en el marco de la inauguración del año académico del Doctorado en Biomedicina de la UNAB. La doctora Núria Casals compartió detalles de sus más recientes estudios en el marco de la inauguración del año académico del Doctorado en Biomedicina de la UNAB. Durante su exposición, la jefa de la Unidad de Farmacología de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universitat Internacional de Catalunya analizó el impacto de las grasas saturadas y los azúcares en el organismo, señalando que “estos alimentos inducen a la obesidad, la resistencia a la insulina, la diabetes y enfermedades cardiovasculares debido a la arteriosclerosis, pero en los últimos años también se ha relacionado y se ha demostrado que pueden afectar a nuestra salud cerebral y pueden producir una disminución de algunas habilidades cognitivas”. Además, la doctora en Bioquímica y Biología Molecular de la Universitat de Barcelona advirtió que los efectos negativos de estos alimentos se acentúan con la edad. “Nuestro cerebro es muy plástico, es muy resiliente, pero con la edad está perdiendo sus capacidades”, explicó Casals. Esto significa que mientras una persona joven puede contrarrestar algunos efectos adversos con mayor facilidad, los adultos mayores presentan una mayor vulnerabilidad a la dieta que consumen. Los cuerpos cetónicos y su efecto en la memoria En este contexto, han aparecido distintas estrategias para contrarrestar estos efectos, así como las dietas cetogénicas y el ayuno intermitente, que han escalado en popularidad en los últimos años, puesto que inducen a la generación de cuerpos cetónicos como el betahidroxibutirato (BHB). “Estos cuerpos cetónicos llegan al cerebro y se transforman de nuevo en AcetilCoA, que luego entra en el ciclo de los ácidos tricarboxílicos para generar ATP”, apuntó la Magíster en Economía y Política de la Salud por la Universitat Pompeu Fabra. Eso sí, la especialista advirtió que estas dietas pueden ser difíciles de seguir y que sus beneficios aún están en estudio. Tanto las dietas cetogénicas como el ayuno intermitente inducen a la generación de cuerpos cetónicos como el betahidroxibutirato (BHB), que ayudarían a reducir o mejorar el deterioro cognitivo. “La mayoría son actualmente en modelos animales y hay algunos estudios también en humanos pero, en los primeros, parece ser claro que sí reducen, mejoran o previenen el deterioro cognitivo asociado a enfermedades neurodegenerativas”, comentó. Sostenido en esta premisa, su equipo de investigación se preguntó si los efectos positivos de los cuerpos cetónicos podrían lograrse sin la necesidad de seguir dietas restrictivas. “Nos preguntamos, ya que estos dos tipos de dietas tienen en común un aumento de los cuerpos cetónicos: ¿sería posible administrar esos cuerpos cetónicos en forma de suplemento con una dieta estándar justamente a este tipo de pacientes?”, recordó. Los resultados preliminares nos entusiasmaron, señaló. “Observamos que los ratones sometidos a dietas altas en grasa sufrían pérdida de memoria, pero al administrarles BHB, estos efectos se revertían de manera significativa”, planteó. De acuerdo con Casals, esto sugiere que la suplementación con betahidroxibutirato (BHB), el principal cuerpo cetónico en la sangre, podría ayudar a revertir los efectos nocivos de una dieta rica en grasas saturadas en cuanto a la memoria y la cognición. Limitaciones y nuevos horizontes A pesar de los resultados encontrados, la doctora Casals recalcó que aún hay muchas preguntas sin respuesta. La evidencia hasta ahora da ciertas luces de que los beneficios de los cuerpos cetónicos podrían aplicarse principalmente en personas con deterioro cognitivo previo, así como con obesidad o síndrome metabólico. Además, apuntó, no está claro si estas estrategias podrían ser efectivas en enfermedades más complejas. Casals hizo un llamado a continuar investigando en el área, fomentar el desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas e incluso invitó a todos los alumnos ahí presentes a sumarse a su equipo en la Universitat Internacional de Catalunya. “La investigación es necesaria y necesitamos científicos que nos ayuden a hacer una sociedad mejor”, aseguró.
Un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Gotenburgo, dirigido por Suzanne Dickson y Roger Adan, publicó el estudio “ Psiquiatría nutricional : hacia una mejora de la salud mental mediante lo que se come”. Fue la primera vez que se habló de ese campo y, desde entonces, se estudia de qué manera la conexión entre la alimentación y la salud mental puede tener un impacto significativo en nuestro bienestar emocional. “Uno de los principales retos a la hora de ofrecer recomendaciones dietéticas para mejorar la salud mental es avanzar en el conocimiento de la nutrición personalizada a partir de observaciones”, advirtieron los autores. “La sensibilidad a los problemas de salud mental varía a lo largo de la vida y entre las personas, y en ella influyen los antecedentes genéticos, el entorno cultural y el medio ambiente. Las necesidades nutricionales también difieren a lo largo de la vida”. El trabajo fue publicado por European Neuropsychopharmacology. Según los investigadores, hay algunas áreas donde la relación entre la alimentación y la salud mental es sólida, como el efecto de una dieta cetogénica —alta en grasas y baja en carbohidratos— para tratar a los niños con epilepsia o para mejorar los síntomas de la falta de vitamina B12, como el cansancio, la pérdida de memoria o la depresión. También hallaron evidencia robusta de las ventajas que una dieta mediterránea, basada en vegetales y aceite de oliva, puede aportar a la salud mental, como ofrecer cierta prevención contra la depresión y la ansiedad. En este campo en desarrollo, la nutricionista Mariely Hernández indicó que lo que comemos puede contribuir a mejorar el bienestar emocional. “Los alimentos por sí solos no pueden curar”, advirtió, “pero pueden ser parte de un enfoque integral para mejorar la salud mental ”. Alimentos aliados de la salud mental Hernández mencionó algunos alimentos que se consideran positivos desde la perspectiva de la psiquiatría nutricional : Frutas y verduras: contienen una gran cantidad de antioxidantes, además de una amplia gama de vitaminas y minerales esenciales para el funcionamiento adecuado del cerebro. Los alimentos ricos en vitamina C, como los cítricos, los kiwis y las fresas, pueden ayudar a reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Los vegetales contienen una gran cantidad de antioxidantes, además de una amplia gama de vitaminas y minerales esenciales. Un estudio publicado en el British Journal of Health Psychology mostró que los participantes que consumían más frutas y verduras tenían niveles más bajos de estrés y mayor bienestar psicológico en comparación con aquellos que consumían menos. Ácidos grasos omega-3: estas grasas saludables se encuentran principalmente en pescados como el salmón, la caballa y las sardinas. Los omega-3 desempeñan un papel fundamental en la salud cerebral y pueden reducir el riesgo de depresión y otros trastornos del estado de ánimo. Una investigación publicada en el Journal of Clinical Psychiatry encontró que los suplementos de omega-3 mejoran los síntomas en pacientes con depresión grave. Además, aunque se trata de un estudio más antiguo, científicos de la Universidad de Tasmania, en Australia, revelaron que los adolescentes que consumían pescado al menos una vez por semana tenían un 40% menos de probabilidades de depresión. Alimentos ricos en triptófano: se trata de un aminoácido que el cuerpo utiliza para producir serotonina, un neurotransmisor relacionado con el estado de ánimo. Este se puede encontrar en los huevos y los lácteos. Nueces y semillas: son fuentes naturales de triptófano. Las almendras, las nueces de Brasil y las semillas de chía tienen una gran cantidad de ácidos grasos omega-3, proteínas y otros nutrientes beneficiosos para el cerebro. Una investigación realizada en la Universidad de Harvard encontró que las mujeres que consumían cinco o más porciones de nueces a la semana tenían un riesgo significativamente menor de desarrollar depresión. Lo mismo arrojó un estudio realizado entre adultos mayores. Los flavonoides y antioxidantes del chocolate negro pueden mejorar el flujo sanguíneo en el cerebro Chocolate negro: un alto contenido de cacao puede ser beneficioso para la salud mental. El chocolate negro es rico en flavonoides, antioxidantes que pueden mejorar el flujo sanguíneo en el cerebro y promover la producción de endorfinas, las llamadas “hormonas de la felicidad”. Según un estudio publicado en el Journal of Psychopharmacology, el consumo de chocolate negro durante un período de 30 días mejoró el estado de ánimo de los participantes y redujo los síntomas de depresión. Té verde: es conocido por sus múltiples beneficios para la salud y podría tener un efecto positivo en el ánimo. Contiene un aminoácido llamado L-teanina que tiene propiedades relajantes y puede aumentar los niveles de serotonina y dopamina en el cerebro, neurotransmisores asociados con el bienestar y la felicidad. Un estudio de la revista Nutrients encontró que la L-teanina del té verde mejoró la atención y el estado de ánimo en los participantes. Probióticos: los alimentos fermentados, como el yogur, el chucrut y el kimchi, contienen bacterias beneficiosas que promueven una microbiota intestinal saludable. Se ha demostrado que una microbiota equilibrada tiene un impacto positivo en la salud mental, ya que las bacterias intestinales influyen en la producción de neurotransmisores, como la serotonina. Horarios regulares, equilibrio de nutrientes y actividad física Estos son solo algunos ejemplos de alimentos benéficos para la salud mental, respaldados por investigaciones en psiquiatría nutricional. Pero se debe tener en cuenta que la salud mental no se puede atribuir únicamente a la alimentación. El té verde también puede tener un efecto positivo en la salud mental al aumentar los niveles de serotonina y dopamina en el cerebro La frecuencia de nuestras comidas también desempeñan un papel crucial. Los expertos en nutrición recomiendan comer en horarios regulares y evitar saltarse comidas. No comer lo suficiente puede llevarnos a comer en exceso más tarde para compensar; además, sentir hambre puede desencadenar irritabilidad, ira y otros sentimientos negativos que pueden conducir a la depresión y la ansiedad. La nutricionista Hernández enfatizó que es importante tener en cuenta que estos alimentos deben formar parte de una dieta equilibrada y variada. “No se trata de consumir un solo alimento, sino de mantener una nutrición saludable. Además, es fundamental consultar a un profesional de la salud antes de realizar cambios importantes en la dieta, especialmente si se están tratando problemas de salud mental”. También se recomienda la actividad física regular, un sueño adecuado, la gestión del estrés y el apoyo social como herramientas fundamentales para mantener una buena salud mental.
Nuestro cerebro es un órgano con un alto consumo energético. Sin embargo, a diferencia de otros tejidos, no puede utilizar ácidos grasos como fuente principal de energía. Pero esto no significa que las grasas no contribuyan en su funcionamiento. De hecho, ciertos lípidos cumplen un rol clave en la regulación de procesos neuronales esenciales, que van desde la memoria hasta el control del hambre. “Lo que comemos, de alguna forma, afecta nuestra salud y eso está muy claro”, afirmó la doctora Núria Casals, investigadora en el campo del metabolismo lipídico y quien compartió detalles de sus más recientes estudios en el marco de la inauguración del año académico del Doctorado en Biomedicina de la UNAB. La doctora Núria Casals compartió detalles de sus más recientes estudios en el marco de la inauguración del año académico del Doctorado en Biomedicina de la UNAB. Durante su exposición, la jefa de la Unidad de Farmacología de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universitat Internacional de Catalunya analizó el impacto de las grasas saturadas y los azúcares en el organismo, señalando que “estos alimentos inducen a la obesidad, la resistencia a la insulina, la diabetes y enfermedades cardiovasculares debido a la arteriosclerosis, pero en los últimos años también se ha relacionado y se ha demostrado que pueden afectar a nuestra salud cerebral y pueden producir una disminución de algunas habilidades cognitivas”. Además, la doctora en Bioquímica y Biología Molecular de la Universitat de Barcelona advirtió que los efectos negativos de estos alimentos se acentúan con la edad. “Nuestro cerebro es muy plástico, es muy resiliente, pero con la edad está perdiendo sus capacidades”, explicó Casals. Esto significa que mientras una persona joven puede contrarrestar algunos efectos adversos con mayor facilidad, los adultos mayores presentan una mayor vulnerabilidad a la dieta que consumen. Los cuerpos cetónicos y su efecto en la memoria En este contexto, han aparecido distintas estrategias para contrarrestar estos efectos, así como las dietas cetogénicas y el ayuno intermitente, que han escalado en popularidad en los últimos años, puesto que inducen a la generación de cuerpos cetónicos como el betahidroxibutirato (BHB). “Estos cuerpos cetónicos llegan al cerebro y se transforman de nuevo en AcetilCoA, que luego entra en el ciclo de los ácidos tricarboxílicos para generar ATP”, apuntó la Magíster en Economía y Política de la Salud por la Universitat Pompeu Fabra. Eso sí, la especialista advirtió que estas dietas pueden ser difíciles de seguir y que sus beneficios aún están en estudio. Tanto las dietas cetogénicas como el ayuno intermitente inducen a la generación de cuerpos cetónicos como el betahidroxibutirato (BHB), que ayudarían a reducir o mejorar el deterioro cognitivo. “La mayoría son actualmente en modelos animales y hay algunos estudios también en humanos pero, en los primeros, parece ser claro que sí reducen, mejoran o previenen el deterioro cognitivo asociado a enfermedades neurodegenerativas”, comentó. Sostenido en esta premisa, su equipo de investigación se preguntó si los efectos positivos de los cuerpos cetónicos podrían lograrse sin la necesidad de seguir dietas restrictivas. “Nos preguntamos, ya que estos dos tipos de dietas tienen en común un aumento de los cuerpos cetónicos: ¿sería posible administrar esos cuerpos cetónicos en forma de suplemento con una dieta estándar justamente a este tipo de pacientes?”, recordó. Los resultados preliminares nos entusiasmaron, señaló. “Observamos que los ratones sometidos a dietas altas en grasa sufrían pérdida de memoria, pero al administrarles BHB, estos efectos se revertían de manera significativa”, planteó. De acuerdo con Casals, esto sugiere que la suplementación con betahidroxibutirato (BHB), el principal cuerpo cetónico en la sangre, podría ayudar a revertir los efectos nocivos de una dieta rica en grasas saturadas en cuanto a la memoria y la cognición. Limitaciones y nuevos horizontes A pesar de los resultados encontrados, la doctora Casals recalcó que aún hay muchas preguntas sin respuesta. La evidencia hasta ahora da ciertas luces de que los beneficios de los cuerpos cetónicos podrían aplicarse principalmente en personas con deterioro cognitivo previo, así como con obesidad o síndrome metabólico. Además, apuntó, no está claro si estas estrategias podrían ser efectivas en enfermedades más complejas. Casals hizo un llamado a continuar investigando en el área, fomentar el desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas e incluso invitó a todos los alumnos ahí presentes a sumarse a su equipo en la Universitat Internacional de Catalunya. “La investigación es necesaria y necesitamos científicos que nos ayuden a hacer una sociedad mejor”, aseguró.
Un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Gotenburgo, dirigido por Suzanne Dickson y Roger Adan, publicó el estudio “ Psiquiatría nutricional : hacia una mejora de la salud mental mediante lo que se come”. Fue la primera vez que se habló de ese campo y, desde entonces, se estudia de qué manera la conexión entre la alimentación y la salud mental puede tener un impacto significativo en nuestro bienestar emocional. “Uno de los principales retos a la hora de ofrecer recomendaciones dietéticas para mejorar la salud mental es avanzar en el conocimiento de la nutrición personalizada a partir de observaciones”, advirtieron los autores. “La sensibilidad a los problemas de salud mental varía a lo largo de la vida y entre las personas, y en ella influyen los antecedentes genéticos, el entorno cultural y el medio ambiente. Las necesidades nutricionales también difieren a lo largo de la vida”. El trabajo fue publicado por European Neuropsychopharmacology. Según los investigadores, hay algunas áreas donde la relación entre la alimentación y la salud mental es sólida, como el efecto de una dieta cetogénica —alta en grasas y baja en carbohidratos— para tratar a los niños con epilepsia o para mejorar los síntomas de la falta de vitamina B12, como el cansancio, la pérdida de memoria o la depresión. También hallaron evidencia robusta de las ventajas que una dieta mediterránea, basada en vegetales y aceite de oliva, puede aportar a la salud mental, como ofrecer cierta prevención contra la depresión y la ansiedad. En este campo en desarrollo, la nutricionista Mariely Hernández indicó que lo que comemos puede contribuir a mejorar el bienestar emocional. “Los alimentos por sí solos no pueden curar”, advirtió, “pero pueden ser parte de un enfoque integral para mejorar la salud mental ”. Alimentos aliados de la salud mental Hernández mencionó algunos alimentos que se consideran positivos desde la perspectiva de la psiquiatría nutricional : Frutas y verduras: contienen una gran cantidad de antioxidantes, además de una amplia gama de vitaminas y minerales esenciales para el funcionamiento adecuado del cerebro. Los alimentos ricos en vitamina C, como los cítricos, los kiwis y las fresas, pueden ayudar a reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Los vegetales contienen una gran cantidad de antioxidantes, además de una amplia gama de vitaminas y minerales esenciales. Un estudio publicado en el British Journal of Health Psychology mostró que los participantes que consumían más frutas y verduras tenían niveles más bajos de estrés y mayor bienestar psicológico en comparación con aquellos que consumían menos. Ácidos grasos omega-3: estas grasas saludables se encuentran principalmente en pescados como el salmón, la caballa y las sardinas. Los omega-3 desempeñan un papel fundamental en la salud cerebral y pueden reducir el riesgo de depresión y otros trastornos del estado de ánimo. Una investigación publicada en el Journal of Clinical Psychiatry encontró que los suplementos de omega-3 mejoran los síntomas en pacientes con depresión grave. Además, aunque se trata de un estudio más antiguo, científicos de la Universidad de Tasmania, en Australia, revelaron que los adolescentes que consumían pescado al menos una vez por semana tenían un 40% menos de probabilidades de depresión. Alimentos ricos en triptófano: se trata de un aminoácido que el cuerpo utiliza para producir serotonina, un neurotransmisor relacionado con el estado de ánimo. Este se puede encontrar en los huevos y los lácteos. Nueces y semillas: son fuentes naturales de triptófano. Las almendras, las nueces de Brasil y las semillas de chía tienen una gran cantidad de ácidos grasos omega-3, proteínas y otros nutrientes beneficiosos para el cerebro. Una investigación realizada en la Universidad de Harvard encontró que las mujeres que consumían cinco o más porciones de nueces a la semana tenían un riesgo significativamente menor de desarrollar depresión. Lo mismo arrojó un estudio realizado entre adultos mayores. Los flavonoides y antioxidantes del chocolate negro pueden mejorar el flujo sanguíneo en el cerebro Chocolate negro: un alto contenido de cacao puede ser beneficioso para la salud mental. El chocolate negro es rico en flavonoides, antioxidantes que pueden mejorar el flujo sanguíneo en el cerebro y promover la producción de endorfinas, las llamadas “hormonas de la felicidad”. Según un estudio publicado en el Journal of Psychopharmacology, el consumo de chocolate negro durante un período de 30 días mejoró el estado de ánimo de los participantes y redujo los síntomas de depresión. Té verde: es conocido por sus múltiples beneficios para la salud y podría tener un efecto positivo en el ánimo. Contiene un aminoácido llamado L-teanina que tiene propiedades relajantes y puede aumentar los niveles de serotonina y dopamina en el cerebro, neurotransmisores asociados con el bienestar y la felicidad. Un estudio de la revista Nutrients encontró que la L-teanina del té verde mejoró la atención y el estado de ánimo en los participantes. Probióticos: los alimentos fermentados, como el yogur, el chucrut y el kimchi, contienen bacterias beneficiosas que promueven una microbiota intestinal saludable. Se ha demostrado que una microbiota equilibrada tiene un impacto positivo en la salud mental, ya que las bacterias intestinales influyen en la producción de neurotransmisores, como la serotonina. Horarios regulares, equilibrio de nutrientes y actividad física Estos son solo algunos ejemplos de alimentos benéficos para la salud mental, respaldados por investigaciones en psiquiatría nutricional. Pero se debe tener en cuenta que la salud mental no se puede atribuir únicamente a la alimentación. El té verde también puede tener un efecto positivo en la salud mental al aumentar los niveles de serotonina y dopamina en el cerebro La frecuencia de nuestras comidas también desempeñan un papel crucial. Los expertos en nutrición recomiendan comer en horarios regulares y evitar saltarse comidas. No comer lo suficiente puede llevarnos a comer en exceso más tarde para compensar; además, sentir hambre puede desencadenar irritabilidad, ira y otros sentimientos negativos que pueden conducir a la depresión y la ansiedad. La nutricionista Hernández enfatizó que es importante tener en cuenta que estos alimentos deben formar parte de una dieta equilibrada y variada. “No se trata de consumir un solo alimento, sino de mantener una nutrición saludable. Además, es fundamental consultar a un profesional de la salud antes de realizar cambios importantes en la dieta, especialmente si se están tratando problemas de salud mental”. También se recomienda la actividad física regular, un sueño adecuado, la gestión del estrés y el apoyo social como herramientas fundamentales para mantener una buena salud mental.