La tenista tunecina Ons Jabeur sorprendió al mundo del tenis profesional al anunciar esta semana en sus redes sociales su retiro de la actividad deportiva como consecuencia de sus actuales problemas de salud mental. Una serie de afecciones que la tenista, que alcanzó en 2022 el puesto número dos del ranking de la WTA, develó en una publicación que escribió en su cuenta oficial de Instagram . Recibió una gran cantidad de muestras de apoyo, entre ellas, de otras deportistas como la tenista chilena Daniela Seguel; e incluso del propio circuito femenino, que no dudó en entregarle a Jabeur “un montón de amor y apoyo” en su delicado momento de salud. “En los dos últimos años me he esforzado mucho, he luchado contra las lesiones y me he enfrentado a muchos retos. Pero en el fondo, hace tiempo que no me siento feliz en la pista”, reconoció la deportista de 30 años, quien en la actualidad aparece en el puesto 71 del escalafón femenino mundial. “El tenis es un deporte tan hermoso, pero ahora mismo siento que es hora de dar un paso atrás y finalmente ponerme a mí misma primero: respirar, sanar y redescubrir la alegría de simplemente vivir”, puntualizó la tenista, quien de este modo confirmó su ausencia indeterminada de la competencia profesional. “Gracias a todos mis seguidores por entenderlo. Su apoyo y cariño significan mucho para mí. Los llevo siempre conmigo. Incluso cuando esté fuera de la pista, seguiré estando cerca y conectada de otras maneras, y compartiré mi camino con ustedes”, finalizó. Cabe destacar que en su carrera deportiva, la tenista tunecina ha ganado un total de cinco títulos del circuito de la WTA y ha alcanzado en tres ocasiones las finales de torneos de Grand Slam como Wimbledon (en dos ocasiones, en 2022 y 2023) y el US Open (2022). En torneos como el Abierto de Australia y Roland Garros sus mejores actuaciones han sido un cuarto de final en la cita oceánica (2020) y otros en la misma ronda en Roland Garros (2023 y 2024). Fuente: Publimetro Deportes
La Superintendencia de Educación Superior (SES) ha anunciado la publicación en el Diario Oficial de una nueva Norma de Carácter General que establece obligaciones específicas para universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica. El objetivo principal de esta normativa es promover la sana convivencia y salvaguardar la salud mental de los estudiantes que realizan prácticas formativas en campos clínicos. Esta norma, que entrará en vigor el 1 de enero de 2026, surge como resultado de un proceso participativo que involucró a diversas partes interesadas, como instituciones educativas, representantes estudiantiles, autoridades del sector salud y organizaciones de la sociedad civil. El Superintendente de Educación Superior, José Miguel Salazar, destacó la importancia de esta nueva normativa al señalar: “Hace un año, tras la lamentable muerte de la estudiante Catalina Cayazaya, esta Superintendencia asumió el compromiso de establecer reglas claras y exigibles para proteger a los estudiantes en los campos clínicos, donde se ha evidenciado una conflictividad creciente. Esta nueva norma es fruto de un proceso de diálogo y construcción colectiva, que recoge diversas voces y experiencias con sentido de urgencia”. Uno de los aspectos clave de esta regulación es el enfoque en la prevención. En este sentido, se establece que las instituciones educativas deben capacitar obligatoriamente a los equipos docentes clínicos en áreas como pedagogía clínica, ética, género, salud mental y derechos humanos. Además, se requiere la implementación de instancias de inducción para estudiantes antes del inicio de sus prácticas, así como la difusión activa de estrategias de apoyo psicológico y canales para denuncias. Salazar enfatizó: “Esta norma establece un estándar de protección y acompañamiento que no existía hasta ahora. Requiere que las instituciones implementen medidas efectivas de resguardo físico y psicológico ante casos de maltrato, capaciten a sus equipos formativos, aseguren procesos investigativos claros y rápidos, y cuenten con mecanismos de monitoreo permanente del ambiente formativo”. Por su parte, la SES llevará a cabo una encuesta nacional anual a estudiantes del área de la salud sobre clima y salud mental en campos clínicos. Estos resultados serán fundamentales para guiar las acciones de fiscalización del organismo. Fuente: Publimetro
Todos sabemos que el tabaco es malo y el alcohol también, que los alimentos procesados aumentan el riesgo de obesidad, diabetes o depresión, que el ejercicio físico es una medicina para el cuerpo y la mente y que es mejor no abusar de la carne, ni mirar pantallas antes de ir a dormir; que el sol es necesario por la vitamina D, pero lo justo, porque si no da cáncer e, incluso, que el estrés que suframos antes de concebir a nuestros hijos puede hacer que crezcan menos sanos. Alrededor de todo este conocimiento, producido en centros médicos y universidades, se ha creado una industria gigantesca, de más de seis billones anuales —mayor que la industria deportiva o la farmacéutica—, en la que hay nutricionistas que venden suplementos que nos advierten de los malos consejos de otros nutricionistas, entrenadores que nos recomiendan hacer deporte por la mañana y evitarlo por la tarde, y clínicas de estética que prometen devolvernos la juventud con el cóctel adecuado de hormonas. La cultura del bienestar tiene muchos beneficios, pero la inabarcable cantidad de consejos, a veces contradictorios, y la exigencia de que cada uno se convierta en su mejor versión, siempre inalcanzable, ha llevado a que se empiece a hablar del wellness burnout (cansancio del bienestar) y a que algunos pensadores animen a reflexionar sobre el sentido de esta lucha infinita contra la fealdad, la vejez y la enfermedad. En su libro de autoayuda contra la autoayuda La Voz del Oráculo , la historietista Liv Strömquist arremete contra la industria construida en torno a los mandatos de pasárselo bien y estar guapos para después poder presumir de ello en las redes sociales. Citando al filósofo esloveno Slavoj Zizek, recuerda cómo esa diversión eterna de los reels de Instagram requiere que se aniquile la espontaneidad. Para tener un bienestar verdadero del que disfrutar, es necesario someterse uno mismo a todo tipo de regulaciones. Hay que comer la cantidad justa de determinados alimentos a la hora adecuada, hacer crossfit o running y utilizar los suplementos adecuados. Esa idea de meterse a uno mismo en la rueda del hámster lo llama Zizek “ascetismo hedonista” y opina que “no hay nada más miserable que esas parejas jóvenes que organizan su vida para disfrutar”. Más información La cultura del bienestar ha hecho que para muchos sentirse feliz deje de ser un objetivo para ser un medio. Hay empresas que ofrecen servicios de bienestar a otras compañías para que sus empleados sean más productivos, y las redes están repletas de personas que trabajan hasta la extenuación para parecer más guapos y felices como parte de su marca personal que después explotan aconsejando a otros cómo lucir bellos y disfrutar de la vida. En un artículo publicado recientemente en el Financial Times, la baronesa Camila Cavendish lamentaba que parecer exitoso era más fácil antes. Bastaba con decir que se trabajaba mucho, que se tomaban aviones continuamente o se poseía un coche de lujo. Ahora, dice Cavendish, “el yoga, el ayuno, el entrenamiento de fuerza y el azúcar en sangre se están volviendo esenciales en la charla de cualquier gerente medio” y “los verdaderamente ricos pueden presumir con la terapia de ozono, las cámaras hiperbáricas o los test genéticos”. “Para tener éxito de verdad en el mundo de hoy, debes estar completamente agotada por todas las horas extras que has dedicado a evitar la mortalidad”, concluye. Evitar la muerte, junto a pasárselo bien y estar guapos, es el otro gran objetivo de la cultura del bienestar. A falta de que los ingenieros e inversores que se han hecho millonarios creando empresas tecnológicas logren el sueño de la inmortalidad, morirse es algo inevitable, pero los humanos llevan milenios mostrando su ingenio para quitarse esa idea de la cabeza. Pese a que todos sabemos desde muy temprano que dejaremos de respirar, la muerte sigue siendo la noticia más sorprendente de todas las previsibles. Despreciada por muchos la opción de una vida eterna garantizada por Dios, la cultura del bienestar proporciona varios mecanismos para fingir que es posible escapar a la mortalidad. Por un lado, se identifican las causas de cada muerte individual y se asocian a un estilo de vida. Si no hubiese fumado, si hubiese hecho ayuno intermitente, si no fuese tan sedentario, si hubiese comido más verdura… Y se intenta así olvidar que la muerte es inevitable. Además, la ciencia sigue proporcionando datos sobre cómo retrasar la muerte y nos permite añadir actividades a nuestra rutina diaria que nos deja menos tiempo para pensar en nuestra naturaleza finita. Como pinta Strömquist citando a Zygmunt Bauman, “luchar contra las causas de la muerte se convierte en el sentido de la vida”. La ilusión de que tenemos algún control sobre la muerte es parte del éxito de la inteligencia humana, que hizo curables enfermedades antes mortales. La inteligencia permite, en palabras del filósofo Javier Gomá, identificar los instrumentos más adecuados para conseguir un fin previamente dado y de usarlos con habilidad y eficacia. Las figuras del científico y el empresario son los dos mejores ejemplos del hombre inteligente, ese tipo de individuos, como los magnates de Silicon Valley, que han hecho millones con métodos de pago online o sistemas de inteligencia artificial y creen que su ingenio les servirá también para matar a la muerte. En un artículo publicado en EL PAÍS en 2011, Gomá advertía de que el progreso que nos proporciona la ciencia y la tecnología adquiere una perversa autonomía que coloniza nuestra vida ordinaria de tal forma que es necesario un esfuerzo para recordar para qué madrugamos o trabajamos. Frente a la tendencia expansiva de la inteligencia, que la alianza entre ciencia y mercado excita aún más, el sabio, escribe el filósofo, se ve obligado en determinados momentos a cerrar la caja de herramientas y detener el progreso. Ahora, Gomá plantea el dilema que envuelve la cultura del bienestar. “Me gusta decir que no necesitamos una ética para distinguir entre el bien y el mal, porque ya sabemos cuál de los dos hay elegir. Lo verdaderamente difícil, lo éticamente interesante, es distinguir entre el bien y el bien, dos opciones buenas”, explica. “La salud, el bienestar, la vida saludable en general son indudablemente objetivos buenos, pero hay un riesgo: el totalitarismo del bien”, continúa. Cuando todo se instrumentaliza al bien, todo está al servicio de ese fin superior, y “como el bien es en principio algo deseable, se consiente en que ejerza un dominio absoluto sobre la propia vida, instrumentalizando cada rincón, planificando cada momento, haciendo de cada uno algo así como un esclavo de sí mismo”, remacha. El problema, señala el filósofo, es que la vida humana, incluso con toda la ayuda de la ciencia y la tecnología, es incontrolable y está sujeta al azar y todo intento de dominio absoluto es inútil y conduce al fracaso. “Por eso, además de esa razón calculadora que todo lo controla, es necesaria una especie de ingenuidad, una confianza, que es propia del sabio. Y sabio es quien, de vez en cuando, se declara en huelga general respecto a sí mismo y se resiste a ese totalitarismo del bien”, concluye. El éxito de la cultura del bienestar y la industria inmensa que ha crecido a su alrededor es indicio sobre todo de una necesidad de respuestas sobre los asuntos existenciales. Siempre que hay una necesidad, aparece un producto en el mercado que promete cubrirla, aunque muchas veces no lo haga. Dada la complejidad de la vida humana, no es extraño que muchas soluciones a nuestros problemas existenciales sean paradójicas. En su libro de autoayuda contra la autoayuda, Strömquist arranca con un decálogo que, cuando el cansancio del bienestar nos agobie, se puede compaginar con los más ortodoxos del ascetismo hedonista: pierde el control sobre cómo te sientes, pierde el control de tu cuerpo, pierde el control de tu vida amorosa, no sigas ningún consejo, dale más a los demás de lo que recibes, no tengas objetivos personales, sal a tomar el aire.
El desorden no solo se limita a un cuarto o escritorio revuelto, sino que puede ser un reflejo de rasgos de personalidad y emociones que se manifiestan en distintos ámbitos de la vida. La psicología aporta claves para entender qué significa realmente ser una persona desordenada y qué características suelen compartir quienes viven con este estilo. La psicóloga Olga Albaladejo explicó que el concepto de ‘desordenado’ puede entenderse como una forma de resistencia frente a un “sistema estructurado para organizar espacios, tiempo u objetos”. Si bien a menudo se asocia con algo negativo, para muchas personas esta forma de vivir no impacta en su rendimiento en otras áreas, ni limita su organización en aspectos importantes de su vida. De hecho, quienes muestran esta tendencia suelen ser personas creativas y flexibles, que no se ajustan a estructuras rígidas en su forma de pensar o trabajar. “Hay personas que pueden tener un espacio desordenado, pero ser meticulosas con sus finanzas”, señaló Albaladejo, resaltando que no existe un solo perfil de desorganización. Entre los patrones identificados se encuentran: Quienes llevan una vida acelerada y priorizan otras actividades antes que el orden. Personas creativas que ven el desorden como parte de su proceso productivo. Aquellos con tendencia a la procrastinación. Individuos neurodivergentes que experimentan el orden de manera diferente. Consejos para combatir el desorden en el hogar Aunque el desorden no es inherentemente negativo, puede volverse un desafío cuando afecta la rutina o la calidad de vida. Para quienes buscan mejorar la organización en casa, el sitio web Sortifyd propone algunas estrategias prácticas para comenzar sin sentirse abrumados: Comenzar en un espacio pequeño y manejable, como un cajón o una mesita de noche, para construir el hábito poco a poco. Aplicar la regla “uno entra, uno sale”, es decir, retirar un objeto viejo cada vez que se trae algo nuevo, evitando la acumulación innecesaria. Designar un lugar fijo para objetos esenciales, como llaves o bolsos, lo que contribuye a que el hogar se perciba más ordenado y funcional. Estas recomendaciones pueden ayudar a quienes quieran crear un ambiente más organizado sin dejar de respetar sus propios ritmos y estilos de vida.
Según la última encuesta realizada por el sitio web FitTogether, el 89% de las parejas que entrenan juntas consideran que esta práctica ha fortalecido su relación. Además, el 76% afirmó que se sienten más apoyados emocionalmente y el 67% reportó una mejora en su vida sexual. En esa línea, Claudio Barrales, psicólogo clínico y profesor en Superprof, plataforma que conecta a más de 29 millones de profesores de diversas disciplinas con estudiantes de todas las edades, comenta que “las parejas que se ejercitan en conjunto experimentan una mejora en su condición física, mayor resistencia y un sistema inmunológico más fuerte. Además, la superación compartida impulsa el crecimiento personal y fortalece el vínculo afectivo”. “El ejercicio es un potente liberador de endorfinas, hormonas que ayudan a reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo. Al practicar deporte juntos, las parejas no solo cuidan su salud mental, sino que también encuentran un espacio para reforzar la comunicación y la conexión emocional, elementos esenciales para una relación armoniosa y duradera”, agrega el especialista. Las mejores disciplinas para entrenar juntos Por su parte, desde easycancha destacan que la práctica deportiva en duplas ha crecido con fuerza en los últimos años, impulsada por la facilidad de acceso a canchas y la popularidad de disciplinas que permiten compartir el esfuerzo y la estrategia en equipo. Estas son algunas de las opciones: Pádel: este deporte sigue en auge y es una de las opciones favoritas para jugar en duplas. Su fácil aprendizaje y el dinamismo del juego lo convierten en una alternativa ideal para quienes buscan una actividad entretenida. Solo se necesita una cancha habilitada -que se puede reservar a través del sitio web de easycancha-, palas y otra pareja con ganas de un duelo amistoso. Pickleball: considerado el deporte de mayor crecimiento en el mundo, el pickleball combina elementos del tenis, bádminton y ping-pong. Se juega en una cancha más pequeña que la del pádel, con una red baja, palas ligeras y una pelota de plástico perforada. Beach volley o voleibol playa: nada mejor que la combinación de sol, arena y deporte. Con solo un balón y una malla improvisada, el vóley playa es una excelente opción para quienes disfrutan del verano en la costa. Además de mejorar la coordinación y el trabajo en equipo, es una oportunidad perfecta para compartir con amigos y otras parejas. Tenis dupla: el tenis sigue siendo una de las disciplinas más practicadas en Chile y, en su versión en duplas, se transforma en una experiencia aún más entretenida. Jugar en pareja no sólo pone a prueba la habilidad y la estrategia, sino que también permite fortalecer la comunicación y la confianza mutua en cada set. “Hacer deporte en pareja es una excelente manera de disfrutar los beneficios físicos y emocionales de la actividad física mientras se fortalece la relación. Entrenar juntos fomenta la motivación mutua y el logro de objetivos compartidos. También, cada vez vemos más interés en torneos mixtos de deportes de raqueta, lo que refleja una tendencia en crecimiento en este tipo de competencias”, concluye Daniela Baytelman, CEO y cofundadora de easycancha.
La tenista tunecina Ons Jabeur sorprendió al mundo del tenis profesional al anunciar esta semana en sus redes sociales su retiro de la actividad deportiva como consecuencia de sus actuales problemas de salud mental. Una serie de afecciones que la tenista, que alcanzó en 2022 el puesto número dos del ranking de la WTA, develó en una publicación que escribió en su cuenta oficial de Instagram . Recibió una gran cantidad de muestras de apoyo, entre ellas, de otras deportistas como la tenista chilena Daniela Seguel; e incluso del propio circuito femenino, que no dudó en entregarle a Jabeur “un montón de amor y apoyo” en su delicado momento de salud. “En los dos últimos años me he esforzado mucho, he luchado contra las lesiones y me he enfrentado a muchos retos. Pero en el fondo, hace tiempo que no me siento feliz en la pista”, reconoció la deportista de 30 años, quien en la actualidad aparece en el puesto 71 del escalafón femenino mundial. “El tenis es un deporte tan hermoso, pero ahora mismo siento que es hora de dar un paso atrás y finalmente ponerme a mí misma primero: respirar, sanar y redescubrir la alegría de simplemente vivir”, puntualizó la tenista, quien de este modo confirmó su ausencia indeterminada de la competencia profesional. “Gracias a todos mis seguidores por entenderlo. Su apoyo y cariño significan mucho para mí. Los llevo siempre conmigo. Incluso cuando esté fuera de la pista, seguiré estando cerca y conectada de otras maneras, y compartiré mi camino con ustedes”, finalizó. Cabe destacar que en su carrera deportiva, la tenista tunecina ha ganado un total de cinco títulos del circuito de la WTA y ha alcanzado en tres ocasiones las finales de torneos de Grand Slam como Wimbledon (en dos ocasiones, en 2022 y 2023) y el US Open (2022). En torneos como el Abierto de Australia y Roland Garros sus mejores actuaciones han sido un cuarto de final en la cita oceánica (2020) y otros en la misma ronda en Roland Garros (2023 y 2024). Fuente: Publimetro Deportes
La Superintendencia de Educación Superior (SES) ha anunciado la publicación en el Diario Oficial de una nueva Norma de Carácter General que establece obligaciones específicas para universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica. El objetivo principal de esta normativa es promover la sana convivencia y salvaguardar la salud mental de los estudiantes que realizan prácticas formativas en campos clínicos. Esta norma, que entrará en vigor el 1 de enero de 2026, surge como resultado de un proceso participativo que involucró a diversas partes interesadas, como instituciones educativas, representantes estudiantiles, autoridades del sector salud y organizaciones de la sociedad civil. El Superintendente de Educación Superior, José Miguel Salazar, destacó la importancia de esta nueva normativa al señalar: “Hace un año, tras la lamentable muerte de la estudiante Catalina Cayazaya, esta Superintendencia asumió el compromiso de establecer reglas claras y exigibles para proteger a los estudiantes en los campos clínicos, donde se ha evidenciado una conflictividad creciente. Esta nueva norma es fruto de un proceso de diálogo y construcción colectiva, que recoge diversas voces y experiencias con sentido de urgencia”. Uno de los aspectos clave de esta regulación es el enfoque en la prevención. En este sentido, se establece que las instituciones educativas deben capacitar obligatoriamente a los equipos docentes clínicos en áreas como pedagogía clínica, ética, género, salud mental y derechos humanos. Además, se requiere la implementación de instancias de inducción para estudiantes antes del inicio de sus prácticas, así como la difusión activa de estrategias de apoyo psicológico y canales para denuncias. Salazar enfatizó: “Esta norma establece un estándar de protección y acompañamiento que no existía hasta ahora. Requiere que las instituciones implementen medidas efectivas de resguardo físico y psicológico ante casos de maltrato, capaciten a sus equipos formativos, aseguren procesos investigativos claros y rápidos, y cuenten con mecanismos de monitoreo permanente del ambiente formativo”. Por su parte, la SES llevará a cabo una encuesta nacional anual a estudiantes del área de la salud sobre clima y salud mental en campos clínicos. Estos resultados serán fundamentales para guiar las acciones de fiscalización del organismo. Fuente: Publimetro
Todos sabemos que el tabaco es malo y el alcohol también, que los alimentos procesados aumentan el riesgo de obesidad, diabetes o depresión, que el ejercicio físico es una medicina para el cuerpo y la mente y que es mejor no abusar de la carne, ni mirar pantallas antes de ir a dormir; que el sol es necesario por la vitamina D, pero lo justo, porque si no da cáncer e, incluso, que el estrés que suframos antes de concebir a nuestros hijos puede hacer que crezcan menos sanos. Alrededor de todo este conocimiento, producido en centros médicos y universidades, se ha creado una industria gigantesca, de más de seis billones anuales —mayor que la industria deportiva o la farmacéutica—, en la que hay nutricionistas que venden suplementos que nos advierten de los malos consejos de otros nutricionistas, entrenadores que nos recomiendan hacer deporte por la mañana y evitarlo por la tarde, y clínicas de estética que prometen devolvernos la juventud con el cóctel adecuado de hormonas. La cultura del bienestar tiene muchos beneficios, pero la inabarcable cantidad de consejos, a veces contradictorios, y la exigencia de que cada uno se convierta en su mejor versión, siempre inalcanzable, ha llevado a que se empiece a hablar del wellness burnout (cansancio del bienestar) y a que algunos pensadores animen a reflexionar sobre el sentido de esta lucha infinita contra la fealdad, la vejez y la enfermedad. En su libro de autoayuda contra la autoayuda La Voz del Oráculo , la historietista Liv Strömquist arremete contra la industria construida en torno a los mandatos de pasárselo bien y estar guapos para después poder presumir de ello en las redes sociales. Citando al filósofo esloveno Slavoj Zizek, recuerda cómo esa diversión eterna de los reels de Instagram requiere que se aniquile la espontaneidad. Para tener un bienestar verdadero del que disfrutar, es necesario someterse uno mismo a todo tipo de regulaciones. Hay que comer la cantidad justa de determinados alimentos a la hora adecuada, hacer crossfit o running y utilizar los suplementos adecuados. Esa idea de meterse a uno mismo en la rueda del hámster lo llama Zizek “ascetismo hedonista” y opina que “no hay nada más miserable que esas parejas jóvenes que organizan su vida para disfrutar”. Más información La cultura del bienestar ha hecho que para muchos sentirse feliz deje de ser un objetivo para ser un medio. Hay empresas que ofrecen servicios de bienestar a otras compañías para que sus empleados sean más productivos, y las redes están repletas de personas que trabajan hasta la extenuación para parecer más guapos y felices como parte de su marca personal que después explotan aconsejando a otros cómo lucir bellos y disfrutar de la vida. En un artículo publicado recientemente en el Financial Times, la baronesa Camila Cavendish lamentaba que parecer exitoso era más fácil antes. Bastaba con decir que se trabajaba mucho, que se tomaban aviones continuamente o se poseía un coche de lujo. Ahora, dice Cavendish, “el yoga, el ayuno, el entrenamiento de fuerza y el azúcar en sangre se están volviendo esenciales en la charla de cualquier gerente medio” y “los verdaderamente ricos pueden presumir con la terapia de ozono, las cámaras hiperbáricas o los test genéticos”. “Para tener éxito de verdad en el mundo de hoy, debes estar completamente agotada por todas las horas extras que has dedicado a evitar la mortalidad”, concluye. Evitar la muerte, junto a pasárselo bien y estar guapos, es el otro gran objetivo de la cultura del bienestar. A falta de que los ingenieros e inversores que se han hecho millonarios creando empresas tecnológicas logren el sueño de la inmortalidad, morirse es algo inevitable, pero los humanos llevan milenios mostrando su ingenio para quitarse esa idea de la cabeza. Pese a que todos sabemos desde muy temprano que dejaremos de respirar, la muerte sigue siendo la noticia más sorprendente de todas las previsibles. Despreciada por muchos la opción de una vida eterna garantizada por Dios, la cultura del bienestar proporciona varios mecanismos para fingir que es posible escapar a la mortalidad. Por un lado, se identifican las causas de cada muerte individual y se asocian a un estilo de vida. Si no hubiese fumado, si hubiese hecho ayuno intermitente, si no fuese tan sedentario, si hubiese comido más verdura… Y se intenta así olvidar que la muerte es inevitable. Además, la ciencia sigue proporcionando datos sobre cómo retrasar la muerte y nos permite añadir actividades a nuestra rutina diaria que nos deja menos tiempo para pensar en nuestra naturaleza finita. Como pinta Strömquist citando a Zygmunt Bauman, “luchar contra las causas de la muerte se convierte en el sentido de la vida”. La ilusión de que tenemos algún control sobre la muerte es parte del éxito de la inteligencia humana, que hizo curables enfermedades antes mortales. La inteligencia permite, en palabras del filósofo Javier Gomá, identificar los instrumentos más adecuados para conseguir un fin previamente dado y de usarlos con habilidad y eficacia. Las figuras del científico y el empresario son los dos mejores ejemplos del hombre inteligente, ese tipo de individuos, como los magnates de Silicon Valley, que han hecho millones con métodos de pago online o sistemas de inteligencia artificial y creen que su ingenio les servirá también para matar a la muerte. En un artículo publicado en EL PAÍS en 2011, Gomá advertía de que el progreso que nos proporciona la ciencia y la tecnología adquiere una perversa autonomía que coloniza nuestra vida ordinaria de tal forma que es necesario un esfuerzo para recordar para qué madrugamos o trabajamos. Frente a la tendencia expansiva de la inteligencia, que la alianza entre ciencia y mercado excita aún más, el sabio, escribe el filósofo, se ve obligado en determinados momentos a cerrar la caja de herramientas y detener el progreso. Ahora, Gomá plantea el dilema que envuelve la cultura del bienestar. “Me gusta decir que no necesitamos una ética para distinguir entre el bien y el mal, porque ya sabemos cuál de los dos hay elegir. Lo verdaderamente difícil, lo éticamente interesante, es distinguir entre el bien y el bien, dos opciones buenas”, explica. “La salud, el bienestar, la vida saludable en general son indudablemente objetivos buenos, pero hay un riesgo: el totalitarismo del bien”, continúa. Cuando todo se instrumentaliza al bien, todo está al servicio de ese fin superior, y “como el bien es en principio algo deseable, se consiente en que ejerza un dominio absoluto sobre la propia vida, instrumentalizando cada rincón, planificando cada momento, haciendo de cada uno algo así como un esclavo de sí mismo”, remacha. El problema, señala el filósofo, es que la vida humana, incluso con toda la ayuda de la ciencia y la tecnología, es incontrolable y está sujeta al azar y todo intento de dominio absoluto es inútil y conduce al fracaso. “Por eso, además de esa razón calculadora que todo lo controla, es necesaria una especie de ingenuidad, una confianza, que es propia del sabio. Y sabio es quien, de vez en cuando, se declara en huelga general respecto a sí mismo y se resiste a ese totalitarismo del bien”, concluye. El éxito de la cultura del bienestar y la industria inmensa que ha crecido a su alrededor es indicio sobre todo de una necesidad de respuestas sobre los asuntos existenciales. Siempre que hay una necesidad, aparece un producto en el mercado que promete cubrirla, aunque muchas veces no lo haga. Dada la complejidad de la vida humana, no es extraño que muchas soluciones a nuestros problemas existenciales sean paradójicas. En su libro de autoayuda contra la autoayuda, Strömquist arranca con un decálogo que, cuando el cansancio del bienestar nos agobie, se puede compaginar con los más ortodoxos del ascetismo hedonista: pierde el control sobre cómo te sientes, pierde el control de tu cuerpo, pierde el control de tu vida amorosa, no sigas ningún consejo, dale más a los demás de lo que recibes, no tengas objetivos personales, sal a tomar el aire.
El desorden no solo se limita a un cuarto o escritorio revuelto, sino que puede ser un reflejo de rasgos de personalidad y emociones que se manifiestan en distintos ámbitos de la vida. La psicología aporta claves para entender qué significa realmente ser una persona desordenada y qué características suelen compartir quienes viven con este estilo. La psicóloga Olga Albaladejo explicó que el concepto de ‘desordenado’ puede entenderse como una forma de resistencia frente a un “sistema estructurado para organizar espacios, tiempo u objetos”. Si bien a menudo se asocia con algo negativo, para muchas personas esta forma de vivir no impacta en su rendimiento en otras áreas, ni limita su organización en aspectos importantes de su vida. De hecho, quienes muestran esta tendencia suelen ser personas creativas y flexibles, que no se ajustan a estructuras rígidas en su forma de pensar o trabajar. “Hay personas que pueden tener un espacio desordenado, pero ser meticulosas con sus finanzas”, señaló Albaladejo, resaltando que no existe un solo perfil de desorganización. Entre los patrones identificados se encuentran: Quienes llevan una vida acelerada y priorizan otras actividades antes que el orden. Personas creativas que ven el desorden como parte de su proceso productivo. Aquellos con tendencia a la procrastinación. Individuos neurodivergentes que experimentan el orden de manera diferente. Consejos para combatir el desorden en el hogar Aunque el desorden no es inherentemente negativo, puede volverse un desafío cuando afecta la rutina o la calidad de vida. Para quienes buscan mejorar la organización en casa, el sitio web Sortifyd propone algunas estrategias prácticas para comenzar sin sentirse abrumados: Comenzar en un espacio pequeño y manejable, como un cajón o una mesita de noche, para construir el hábito poco a poco. Aplicar la regla “uno entra, uno sale”, es decir, retirar un objeto viejo cada vez que se trae algo nuevo, evitando la acumulación innecesaria. Designar un lugar fijo para objetos esenciales, como llaves o bolsos, lo que contribuye a que el hogar se perciba más ordenado y funcional. Estas recomendaciones pueden ayudar a quienes quieran crear un ambiente más organizado sin dejar de respetar sus propios ritmos y estilos de vida.
Según la última encuesta realizada por el sitio web FitTogether, el 89% de las parejas que entrenan juntas consideran que esta práctica ha fortalecido su relación. Además, el 76% afirmó que se sienten más apoyados emocionalmente y el 67% reportó una mejora en su vida sexual. En esa línea, Claudio Barrales, psicólogo clínico y profesor en Superprof, plataforma que conecta a más de 29 millones de profesores de diversas disciplinas con estudiantes de todas las edades, comenta que “las parejas que se ejercitan en conjunto experimentan una mejora en su condición física, mayor resistencia y un sistema inmunológico más fuerte. Además, la superación compartida impulsa el crecimiento personal y fortalece el vínculo afectivo”. “El ejercicio es un potente liberador de endorfinas, hormonas que ayudan a reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo. Al practicar deporte juntos, las parejas no solo cuidan su salud mental, sino que también encuentran un espacio para reforzar la comunicación y la conexión emocional, elementos esenciales para una relación armoniosa y duradera”, agrega el especialista. Las mejores disciplinas para entrenar juntos Por su parte, desde easycancha destacan que la práctica deportiva en duplas ha crecido con fuerza en los últimos años, impulsada por la facilidad de acceso a canchas y la popularidad de disciplinas que permiten compartir el esfuerzo y la estrategia en equipo. Estas son algunas de las opciones: Pádel: este deporte sigue en auge y es una de las opciones favoritas para jugar en duplas. Su fácil aprendizaje y el dinamismo del juego lo convierten en una alternativa ideal para quienes buscan una actividad entretenida. Solo se necesita una cancha habilitada -que se puede reservar a través del sitio web de easycancha-, palas y otra pareja con ganas de un duelo amistoso. Pickleball: considerado el deporte de mayor crecimiento en el mundo, el pickleball combina elementos del tenis, bádminton y ping-pong. Se juega en una cancha más pequeña que la del pádel, con una red baja, palas ligeras y una pelota de plástico perforada. Beach volley o voleibol playa: nada mejor que la combinación de sol, arena y deporte. Con solo un balón y una malla improvisada, el vóley playa es una excelente opción para quienes disfrutan del verano en la costa. Además de mejorar la coordinación y el trabajo en equipo, es una oportunidad perfecta para compartir con amigos y otras parejas. Tenis dupla: el tenis sigue siendo una de las disciplinas más practicadas en Chile y, en su versión en duplas, se transforma en una experiencia aún más entretenida. Jugar en pareja no sólo pone a prueba la habilidad y la estrategia, sino que también permite fortalecer la comunicación y la confianza mutua en cada set. “Hacer deporte en pareja es una excelente manera de disfrutar los beneficios físicos y emocionales de la actividad física mientras se fortalece la relación. Entrenar juntos fomenta la motivación mutua y el logro de objetivos compartidos. También, cada vez vemos más interés en torneos mixtos de deportes de raqueta, lo que refleja una tendencia en crecimiento en este tipo de competencias”, concluye Daniela Baytelman, CEO y cofundadora de easycancha.