Seguramente te pasa o te ha pasado. Es normal y frecuente que vivamos postergando ciertas cosas que debemos o qué queremos hacer. Vemos a diario ejemplos comunes de esta actitud. Cuántas veces hemos dicho: “sin falta el lunes empiezo la dieta”, luego, llega el lunes y nada. O bien, “el mes próximo empiezo el gimnasio”, o “mañana ordeno los cajones” y pasan los meses y no hacemos nada. O, “la semana próxima empiezo a estudiar para mi examen” y llegamos al examen sin haber estudiado nada. Y así innumerables acciones de nuestra vida van siendo postergadas. Bien, la pregunta es: ¿por qué no hacemos las cosas hoy? ¿Por qué no concretamos lo que queremos o lo que tenemos qué hacer? ¿Qué nos lleva a dejar las cosas para más tarde? ¿Y lo que es peor, qué inconvenientes nos trae? Hay una respuesta a esas preguntas: esta tendencia a postergar se llama procrastinación. La procrastinación es el hábito de postergar o retrasar las tareas que se deben hacer. Los motivos de esta postergación pueden ser muchos, entre ellos, falta de motivación, miedo, miedo al fracaso, estrés, dificultad o aburrimiento. Claro está, que todos posponemos algo de vez en cuando. Pero aquí estamos hablando de las personas que postergan casi todo, todo el tiempo. Así, los procrastinadores evitan continuamente las tareas que les resultan difíciles y busca distracciones que les permitan evadirse. La cuestión es que la procrastinación suele tener consecuencias negativas para la calidad de vida. Afecta el rendimiento académico, laboral o personal, y genera pérdida de tiempo, estrés, ansiedad, culpa, frustración o baja autoestima. Además, vivir con la carga mental de cosas pendientes, que queremos o que tenemos que hacer es abrumante y trae problemas en el ánimo. ¿Por qué procrastinamos? Las causas de la procrastinación pueden ser diversas, dependen de cada persona y de cada situación. Las más comunes son: Falta de interés por las tareas que se deben realizar. Miedo al fracaso, al rechazo, a la crítica o a la responsabilidad. Dificultad para tomar decisiones. Miedo al futuro y a las consecuencias de nuestras decisiones. Perfeccionismo. Autoexigencia excesiva que impide hacer las tareas Distracciones que desvían la atención de las tareas importantes. Pereza. Baja confianza en uno mismo para afrontar las tareas. ¿Cuáles son las situaciones de la vida que más procrastinamos? En general se tiende a procrastinar aquello que implica un esfuerzo. Ya sea porque son actividades que no nos gustan, o porque nos da temor lo que pueda resultar, o porque no nos sentimos capaces de enfrentarlo. Algunas de ellas son: Las tareas diarias: ordenar, sacar la basura, limpiar la casa, planchar, hacer los deberes, estudiar, arreglar algo que se ha roto en casa, etc. El cuidado personal: dejar de fumar, hacer más ejercicio, hacer dieta, estudiar algo nuevo. La salud: ir al médico, ocuparse de algo que no está bien en nuestro cuerpo. Las decisiones laborales: pedir aumento, cambiar de empleo, etc. Las decisiones que nos estresan: los cambios, las rupturas, etc. ¿Cómo dejar de procrastinar? Las soluciones para la procrastinación dependen de cada persona y situación, pero algunas de las más efectivas son: Dividir las tareas complejas en tareas más pequeñas y sencillas. Planificar el tiempo eliminando las distracciones. Buscar fuentes de motivación e interés por las tareas, como recompensas, beneficios, reconocimiento o aprendizaje. Afrontar los miedos que generan ansiedad y bloqueo. Ser flexible y realista con las expectativas y los resultados, aceptando los errores como oportunidades de mejora. Establecer objetivos claros, específicos, medibles, alcanzables, con plazos definidos La regla de los 2 minutos La regla de los dos minutos es una técnica de productividad que puede serte de ayuda. Consiste en que, si puedes hacer algo en menos de dos minutos, entonces hazlo. El objetivo de la regla de los dos minutos es que dejes de pensar en lo que hay que hacer y simplemente lo hagas. 1. Si toma menos de 2 minutos, hazlo ahora. Ni te imaginas la cantidad de cosas que pueden hacerse en menos de dos minutos. Verás que hay muchas cosas que nos parecen gigantes y sólo nos llevarían 2 minutos para resolverlas, por ejemplo, lavar los platos después de comer, meter la ropa en la lavadora, sacar la basura o recoger lo que dejaste tirado, etc. Hacer llamadas pendientes, contestar un mensaje de trabajo, etc. 2. Al iniciar un nuevo hábito, éste debe tomar menos de dos minutos para hacerlo. Si estás tratando de construir nuevos hábitos la regla de los dos minutos te ayudará. No olvides que una vez que empiezas a hacer algo, es más fácil seguir haciéndolo. Si quieres aprender un idioma empieza aprendiendo una frase por día; si quieres comer más saludable, come una fruta, si quieres ser más amable, sonríe. Dos minutos y puedes iniciar un nuevo hábito. Ahora, manos a la obra. Ponte en acción y no permitas que tu vida se convierta en una lista de tareas pendientes
El estrés se define como una sensación de tensión mental y preocupación desencadenada, en general, por circunstancias adversas. Este estado, que es inherente a la condición humana, actúa como respuesta instintiva y natural frente a diversos estímulos desafiantes. La manera en que los individuos lo gestionan determina su impacto en la salud y el bienestar, tal como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si bien en general el estrés ha sido asociado a los adultos y a la vorágine de su vida cotidiana, ahora, la ciencia puso el foco en los jóvenes, ya que un estudio liderado por expertos de la Universidad Estatal de Carolina del Norte planteó que pueden experimentar “sensaciones de envejecimiento” en días estresantes, especialmente cuando sienten que tienen menos control sobre sus vidas Esta investigación liderada por Shevaun Neupert, profesor de psicología en la Universidad Estatal de Carolina del Norte, arrojó luz sobre cómo personas de entre 18 y 36 años pueden sentir los efectos del estrés en su percepción de la edad y en su bienestar físico y mental. El trabajo, titulado “El efecto de las creencias de control sobre la relación entre los factores estresantes diarios y la edad subjetiva en adultos más jóvenes”, fue publicado en la revista Mental Health Science. “La literatura nos dice que, cuando las personas mayores se sienten mayores de lo que realmente son, eso se asocia con una serie de resultados de salud negativos. Sin embargo, hay poca investigación que examine este problema en adultos más jóvenes: personas en la adolescencia y entre 20 y 30 años de edad. Una comprensión más profunda de este fenómeno en todos los grupos de edad podría ayudarnos a desarrollar intervenciones que protejan nuestro bienestar físico y mental”, dijo Neupert en un comunicado. Y agregó: “Este trabajo puede ser particularmente oportuno, ya que los investigadores del estrés están viendo un aumento en la cantidad de estrés que los adultos más jóvenes experimentan ahora en comparación con la cantidad de estrés que experimentaron las generaciones anteriores cuando eran jóvenes”. Para llegar a estas conclusiones, los expertos recolectaron datos de 107 adultos jóvenes, con edades comprendidas entre los 18 y 36 años, a través de encuestas diarias que se realizaron durante ocho días consecutivos. Estas encuestas buscaban capturar el nivel de estrés, la percepción de control sobre la vida y la edad subjetiva de los participantes. “Los participantes informaron haber experimentado niveles más altos de estrés de lo normal, también informaron verse y sentirse mayores. No obstante, esto sólo fue cierto en los días en que también consignaron sentir que tenían menos control sobre sus vidas del que normalmente tenían”, desarrolló Neupert. “Esto nos dice que el fenómeno del estrés que hace que las personas se sientan mayores no se limita a los adultos mayores. también les sucede a los jóvenes. Hay investigaciones que nos dicen que el estrés hace que los adultos mayores sientan su edad, o incluso se sientan mayores de lo que realmente son. También vale la pena señalar que tanto los niveles de estrés como los niveles de control eran relativos”, apuntó el autor. Al tiempo que concluyó: “Es importante porque sabemos que experimentar estrés crónico con el tiempo puede tener efectos adversos y que las personas generalmente informan niveles crecientes de estrés a medida que pasan de la edad adulta joven a la mediana edad, entre los 40 y los 50 años. Si estos jóvenes ya están experimentando niveles históricamente altos de estrés para su edad, y ese estrés está afectando su edad, será importante que prestemos mucha atención a los marcadores que utilizamos para evaluar el estrés físico y mental relacionado con la salud para esta generación”.
Las vacaciones son fundamentales para recuperarnos del trasiego anual, son una forma de tomarse un respiro, disfrutar y desconectar de las obligaciones laborales. Aprende a prevenir el estrés. Sin embargo, para algunas personas, las vacaciones suponen “el despertador de todos los conflictos” personales e interpersonales convirtiéndose en una fuente de ansiedad y estrés. De la misma manera el cambio del ritmo de vida vacacional a las exigencias de la vida laboral, suelen tener unas repercusiones en nuestro organismo, el cual necesita un tiempo para adaptarse a las exigencias de la rutina. El estrés es una respuesta de nuestro organismo que aparece ante la percepción de que las demandas del medio sobrepasan nuestra capacidad para afrontarlas. Cualquier cambio en nuestra vida, nos puede generar estrés. En función de cómo valoremos las consecuencias de dicha situación o cambio, es estrés puede ser positivo ( eutrés) o negativo ( distrés). El estrés es una respuesta automática e involuntaria que implica un importante aumento de los niveles de activación fisiológica y psicológica pudiendo desencadenar paralelamente una reacción de ansiedad. Si las respuestas de estrés negativo se repiten con excesiva frecuencia, intensidad o duración, pueden producir un desgaste importante y facilitar el agotamiento de los recursos personales (físicos y psicológicos), desencadenando en problemáticas: Psicológicas: Problemas de relación familiar y social, insomnio, irritabilidad, dificultad en la concentración, atención y memoria, cambio del estado de ánimo, sensación de insatisfacción, etc. Físicas: Úlceras, mareos, dolores de cabeza, tensión muscular, cansancio, dolores abdominales, problemas dermatológicos, problemas sexuales, problemas endocrinos, etc. Conductuales: Evitar situaciones temidas, hacer rituales, tics, llorar, tartamudear, fumar, beber o comer en exceso, tomar ansiolíticos por sistema, etc. Algunos consejos para prevenir el estrés tras las vacaciones : Plantearse expectativas realistas a nuestro regreso. Fomentar espacios personales que favorezcan la relajación (leer, contemplar, reflexionar, practicar algún hobbie). Durante las vacaciones es importante distanciarse de la rutina y aprender a “desconectar”. Pero al regreso es también importante, descansar y desconectar del trabajo, tratando de generar actividades creativas que absorban nuestra atención. Ser tolerante con las opiniones y los deseos de los demás, tratando de llegar a acuerdos que concilien las expectativas de los miembros de la familia. Dejar algunos días sin programar dando pie a la improvisación. Encontrar tiempo para jugar con nuestros hijos, tratando de implicarse en la creatividad de los juegos. No olvidar, fomentar la relación con nuestra pareja (generar contextos favorables, que estimulen el bienestar y la comunicación)
El tiempo libre es uno de los mayores anhelos en la sociedad occidental. De hecho, hace relativamente poco, se publicó una investigación que aseguraba que la gente más feliz tiene más tiempo y menos dinero. Las autoras de aquel trabajo aseguraban las personas que priorizan el tiempo sobre el dinero tienen mejor calidad de vida : relaciones sociales y carreras más satisfactorias a la vez que más felicidad. Sin embargo, muchas personas que viven en la sociedad contemporánea sienten que no tienen tiempo suficiente para sí mismos, por lo que buscan más constantemente. ¿Pero es realmente perjudicial tener poco tiempo libre? ¿Hay algún inconveniente por tener demasiadas horas de ocio? ¿Cuánto tiempo necesitamos realmente para ser felices? Un equipo de investigadores de la Universidad de Pensilvania y la Universidad de California (EE UU) arrojaron un poco de luz sobre este asunto en un estudio publicado en Journal of Personality and Social Psychology. La investigación se basa en dos conjuntos de datos a gran escala que incluyeron a más de 35.000 estadounidenses. En concreto, los científicos descubrieron que las personas con más tiempo libre suelen tener mayores niveles de bienestar subjetivo, pero sólo hasta cierto punto. Precisamente, encontraron una relación negativa entre el tiempo de ocio y el bienestar subjetivo. Por una parte, los resultados mostraron que el hecho de tener poco tiempo se relaciona con un menor índice de bienestar causado por el estrés. Sin embargo, tener más tiempo libre no se traduce siempre en un mayor nivel de felicidad. Las personas que tenían hasta dos horas libres al día decían sentirse mejor que las que tenían menos tiempo. En cambio, las personas que tenían cinco horas o más de asueto reconocieron que se sentían incluso peor. Al final, una media aproximada de dos o tres horas al día sea probablemente la cantidad ideal de tiempo libre para satisfacer las necesidades de una persona, según los expertos. “La mayoría de la gente tiene muy poco tiempo libre, pero demasiado tiempo libre no siempre es mejor”, afirmó en una nota de prensa Marissa Sharif, experta en marketing de la Wharton School de la Universidad de Pensilvania y autora principal del estudio. “A veces, disponer de mucho tiempo libre está incluso relacionado con un menor bienestar subjetivo debido a la falta de productividad ”, en palabras de los investigadores. Por tanto, tener demasiado tiempo de descanso puede hacer que la persona no se sienta lo suficientemente productiva, y esto acabe menoscabando su felicidad. En estos casos, la productividad durante el tiempo individual emerge como un factor crucial. En este sentido, señalan los autores del estudio, “el efecto negativo de tener demasiado tiempo para uno mismo puede mitigarse cuando las personas emplean este tiempo en actividades productivas”. Saber gestionar el tiempo En paralelo, los investigadores realizaron otros dos experimentos para corroborar estos hallazgos. En uno de ellos se pidió a los participantes que imaginaran que tenían entre 3,5 y siete horas libres al día y que imaginasen que empleaban ese tiempo en actividades ‘productivas’ (como la actividad física) o ‘no productivas’ (como ver la televisión). Según los resultados, los participantes reconocieron que su bienestar se vería perjudicado sólo si no realizaban alguna actividad de forma provechosa, aunque tuviesen mucho tiempo libre durante el día. En otras palabras, la forma en que las personas pasan su tiempo libre importa, pero lo que se considera ‘productivo’ depende de cada persona. “Si ver dos horas de 'Friends' en tu tiempo libre aumenta tu felicidad, debes hacerlo”, aclaró Sharif. “El objetivo de todo esto es el de cuidarse a uno mismo ”, reflexionó. No obstante, “en los casos en que la gente sí cuente con cantidades excesivas de tiempo, como por ejemplo, después de jubilarse o dejar un trabajo”, añadió, “nuestros resultados muestran que estas personas se beneficiarían de emplear ese tiempo libre con un propósito concreto ”. En definitiva, las conclusiones sugieren que la relación entre el tiempo personal y la felicidad es compleja. Con todo, no se trata simplemente de tener más tiempo, sino de cómo se utiliza ese tiempo. La productividad y la sensación de logro durante el tiempo libre parecen ser factores clave para mantener o mejorar el bienestar subjetivo, incluso cuando se dispone de exceso de tiempo para uno mismo. Según conclusiones basadas en investigaciones científicas, los factores que determinan un equilibrio adecuado entre tiempo libre y felicidad son: la calidad del tiempo (más que la cantidad), la sensación de autonomía sobre esas horas, un balance adecuado con el trabajo, la variedad de actividades, el descanso y la recuperación, las interacciones sociales e incluso la capacidad de adaptarse a esas formas de tiempo libre.
Diciembre es conocido como uno de los meses más agobiantes. Esto, porque además de caer sobre él la acumulación de todo el año, son muchos los compromisos y eventos que trae consigo. Reuniones sociales, fiestas de fin de año, Navidad, Año Nuevo y mayor carga laboral por el cierre del año, son solo algunos de ellos, y todos influyen en que cueste levantarse por la mañana, aumente la sensación de agotamiento y se hagan más frecuentes los episodios de dolores de cabeza, síntoma que se traduce en estrés. Pero ¿cómo enfrentar el estrés de fin de año? La jefa de la Unidad Emocional de Clínica INDISA, Josefina Guzmán, recomienda tomarlo con cautela, pero siempre adoptando acciones para tratar el estrés. “Para combatir el estrés tenemos que empezar por desactivar los umbrales de alerta que tenemos respecto a nuestros deberes o cosas pendientes. Por eso, siempre son recomendables las terapias alternativas o la actividad física que permitan la liberación y regulación hormonal, cardiovascular y cerebral, que son los centros principales de alerta”, puntualiza. Por otro lado, se debe considerar que el estrés en sí mismo no es algo negativo. “Una cantidad adecuada puede ser incluso necesaria para activarnos y motivarnos al logro de ciertas metas u objetivos”, explica la jefe de la Unidad Emocional de INDISA. ¿Cómo saber si sufro de estrés? Primero, conviene determinar qué es el estrés, el que se define como toda situación que afecta los hábitos o rutina acostumbrada de las personas. De hecho, todos los días estamos expuestos a cierto estrés. “Puede ser desde un taco hasta una mayor carga de trabajo, lo que produce que haya una mayor activación de los sistemas nervioso, inmunológico, neurológico, entre otros. El fin de año tiene asociados varios eventos que, si bien los conocemos, nunca sabemos cómo pueden salir, y por eso nos estresamos”, señala JosefinaGuzmán. Ahora, para determinar si se tiene estrés, hay síntomas muy específicos que lo caracterizan. La especialista en Salud Emocional de INDISA detalla los principales: • Dolor de cabeza. • Tensión o dolor muscular. • Malestar en el pecho. • Cansancio. • Cambio en el deseo sexual. • Malestar estomacal: diarrea o estreñimiento. • Problemas de sueño. ¿Cómo combatir el estrés, sobre todo el de fin de año? Si bien se puede aprender a controlar el estrés, es inevitable no sentirlo, por lo que es determinante conocer sus síntomas, adquirir hábitos que contribuyen a enfrentarlo de mejor manera y, sobre todo, si se hace insostenible, tratarlo. De esta manera, la especialista de INDISA entrega algunas recomendaciones para lidiar de mejor manera con el último mes del año y sus compromisos: • Organizar adecuadamente el tiempo y los horarios, siendo realistas en el tiempo que nos toma cada actividad, incluyendo descanso, comidas y traslados. • Aprender a decir que no y renunciar a lo que escapa de nuestras capacidades. • Bajar el nivel de exigencia de cara a las fiestas y tener expectativas realistas. • Ser optimista y tener buena actitud. • Tener una rutina de actividad física y ojalá hacer vida al aire libre. • Mantener una dieta balanceada, rica en frutas y verduras, ya que una buena alimentación ayuda a lograr una mayor concentración. “Se debe considerar que los síntomas del estrés se agudizan aún más cuando la persona asume que está sufriendo una situación de este tipo, ya que se siente incapaz de controlarlo. Por eso, la insistencia en su tratamiento con un especialista, sobre todo cuando se trata de un estrés agudo esporádico o de uno crónico”, explica Josefina Guzmán. Cabe destacar que Clínica INDISA cuenta con una Unidad de Salud Emocional Hospitalaria, dedicada a la promoción del bienestar emocional y salud mental de sus pacientes y familias, donde se encarga de proporcionar una atención integral, gratuita y de calidad hacia aquellos que están hospitalizados. Esto, para percibir de manera más positiva los procesos durante una hospitalización, mejorar la adherencia a los tratamientos y, sobre todo, brindar una experiencia más humanizada en la recuperación de sus pacientes.
Seguramente te pasa o te ha pasado. Es normal y frecuente que vivamos postergando ciertas cosas que debemos o qué queremos hacer. Vemos a diario ejemplos comunes de esta actitud. Cuántas veces hemos dicho: “sin falta el lunes empiezo la dieta”, luego, llega el lunes y nada. O bien, “el mes próximo empiezo el gimnasio”, o “mañana ordeno los cajones” y pasan los meses y no hacemos nada. O, “la semana próxima empiezo a estudiar para mi examen” y llegamos al examen sin haber estudiado nada. Y así innumerables acciones de nuestra vida van siendo postergadas. Bien, la pregunta es: ¿por qué no hacemos las cosas hoy? ¿Por qué no concretamos lo que queremos o lo que tenemos qué hacer? ¿Qué nos lleva a dejar las cosas para más tarde? ¿Y lo que es peor, qué inconvenientes nos trae? Hay una respuesta a esas preguntas: esta tendencia a postergar se llama procrastinación. La procrastinación es el hábito de postergar o retrasar las tareas que se deben hacer. Los motivos de esta postergación pueden ser muchos, entre ellos, falta de motivación, miedo, miedo al fracaso, estrés, dificultad o aburrimiento. Claro está, que todos posponemos algo de vez en cuando. Pero aquí estamos hablando de las personas que postergan casi todo, todo el tiempo. Así, los procrastinadores evitan continuamente las tareas que les resultan difíciles y busca distracciones que les permitan evadirse. La cuestión es que la procrastinación suele tener consecuencias negativas para la calidad de vida. Afecta el rendimiento académico, laboral o personal, y genera pérdida de tiempo, estrés, ansiedad, culpa, frustración o baja autoestima. Además, vivir con la carga mental de cosas pendientes, que queremos o que tenemos que hacer es abrumante y trae problemas en el ánimo. ¿Por qué procrastinamos? Las causas de la procrastinación pueden ser diversas, dependen de cada persona y de cada situación. Las más comunes son: Falta de interés por las tareas que se deben realizar. Miedo al fracaso, al rechazo, a la crítica o a la responsabilidad. Dificultad para tomar decisiones. Miedo al futuro y a las consecuencias de nuestras decisiones. Perfeccionismo. Autoexigencia excesiva que impide hacer las tareas Distracciones que desvían la atención de las tareas importantes. Pereza. Baja confianza en uno mismo para afrontar las tareas. ¿Cuáles son las situaciones de la vida que más procrastinamos? En general se tiende a procrastinar aquello que implica un esfuerzo. Ya sea porque son actividades que no nos gustan, o porque nos da temor lo que pueda resultar, o porque no nos sentimos capaces de enfrentarlo. Algunas de ellas son: Las tareas diarias: ordenar, sacar la basura, limpiar la casa, planchar, hacer los deberes, estudiar, arreglar algo que se ha roto en casa, etc. El cuidado personal: dejar de fumar, hacer más ejercicio, hacer dieta, estudiar algo nuevo. La salud: ir al médico, ocuparse de algo que no está bien en nuestro cuerpo. Las decisiones laborales: pedir aumento, cambiar de empleo, etc. Las decisiones que nos estresan: los cambios, las rupturas, etc. ¿Cómo dejar de procrastinar? Las soluciones para la procrastinación dependen de cada persona y situación, pero algunas de las más efectivas son: Dividir las tareas complejas en tareas más pequeñas y sencillas. Planificar el tiempo eliminando las distracciones. Buscar fuentes de motivación e interés por las tareas, como recompensas, beneficios, reconocimiento o aprendizaje. Afrontar los miedos que generan ansiedad y bloqueo. Ser flexible y realista con las expectativas y los resultados, aceptando los errores como oportunidades de mejora. Establecer objetivos claros, específicos, medibles, alcanzables, con plazos definidos La regla de los 2 minutos La regla de los dos minutos es una técnica de productividad que puede serte de ayuda. Consiste en que, si puedes hacer algo en menos de dos minutos, entonces hazlo. El objetivo de la regla de los dos minutos es que dejes de pensar en lo que hay que hacer y simplemente lo hagas. 1. Si toma menos de 2 minutos, hazlo ahora. Ni te imaginas la cantidad de cosas que pueden hacerse en menos de dos minutos. Verás que hay muchas cosas que nos parecen gigantes y sólo nos llevarían 2 minutos para resolverlas, por ejemplo, lavar los platos después de comer, meter la ropa en la lavadora, sacar la basura o recoger lo que dejaste tirado, etc. Hacer llamadas pendientes, contestar un mensaje de trabajo, etc. 2. Al iniciar un nuevo hábito, éste debe tomar menos de dos minutos para hacerlo. Si estás tratando de construir nuevos hábitos la regla de los dos minutos te ayudará. No olvides que una vez que empiezas a hacer algo, es más fácil seguir haciéndolo. Si quieres aprender un idioma empieza aprendiendo una frase por día; si quieres comer más saludable, come una fruta, si quieres ser más amable, sonríe. Dos minutos y puedes iniciar un nuevo hábito. Ahora, manos a la obra. Ponte en acción y no permitas que tu vida se convierta en una lista de tareas pendientes
El estrés se define como una sensación de tensión mental y preocupación desencadenada, en general, por circunstancias adversas. Este estado, que es inherente a la condición humana, actúa como respuesta instintiva y natural frente a diversos estímulos desafiantes. La manera en que los individuos lo gestionan determina su impacto en la salud y el bienestar, tal como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si bien en general el estrés ha sido asociado a los adultos y a la vorágine de su vida cotidiana, ahora, la ciencia puso el foco en los jóvenes, ya que un estudio liderado por expertos de la Universidad Estatal de Carolina del Norte planteó que pueden experimentar “sensaciones de envejecimiento” en días estresantes, especialmente cuando sienten que tienen menos control sobre sus vidas Esta investigación liderada por Shevaun Neupert, profesor de psicología en la Universidad Estatal de Carolina del Norte, arrojó luz sobre cómo personas de entre 18 y 36 años pueden sentir los efectos del estrés en su percepción de la edad y en su bienestar físico y mental. El trabajo, titulado “El efecto de las creencias de control sobre la relación entre los factores estresantes diarios y la edad subjetiva en adultos más jóvenes”, fue publicado en la revista Mental Health Science. “La literatura nos dice que, cuando las personas mayores se sienten mayores de lo que realmente son, eso se asocia con una serie de resultados de salud negativos. Sin embargo, hay poca investigación que examine este problema en adultos más jóvenes: personas en la adolescencia y entre 20 y 30 años de edad. Una comprensión más profunda de este fenómeno en todos los grupos de edad podría ayudarnos a desarrollar intervenciones que protejan nuestro bienestar físico y mental”, dijo Neupert en un comunicado. Y agregó: “Este trabajo puede ser particularmente oportuno, ya que los investigadores del estrés están viendo un aumento en la cantidad de estrés que los adultos más jóvenes experimentan ahora en comparación con la cantidad de estrés que experimentaron las generaciones anteriores cuando eran jóvenes”. Para llegar a estas conclusiones, los expertos recolectaron datos de 107 adultos jóvenes, con edades comprendidas entre los 18 y 36 años, a través de encuestas diarias que se realizaron durante ocho días consecutivos. Estas encuestas buscaban capturar el nivel de estrés, la percepción de control sobre la vida y la edad subjetiva de los participantes. “Los participantes informaron haber experimentado niveles más altos de estrés de lo normal, también informaron verse y sentirse mayores. No obstante, esto sólo fue cierto en los días en que también consignaron sentir que tenían menos control sobre sus vidas del que normalmente tenían”, desarrolló Neupert. “Esto nos dice que el fenómeno del estrés que hace que las personas se sientan mayores no se limita a los adultos mayores. también les sucede a los jóvenes. Hay investigaciones que nos dicen que el estrés hace que los adultos mayores sientan su edad, o incluso se sientan mayores de lo que realmente son. También vale la pena señalar que tanto los niveles de estrés como los niveles de control eran relativos”, apuntó el autor. Al tiempo que concluyó: “Es importante porque sabemos que experimentar estrés crónico con el tiempo puede tener efectos adversos y que las personas generalmente informan niveles crecientes de estrés a medida que pasan de la edad adulta joven a la mediana edad, entre los 40 y los 50 años. Si estos jóvenes ya están experimentando niveles históricamente altos de estrés para su edad, y ese estrés está afectando su edad, será importante que prestemos mucha atención a los marcadores que utilizamos para evaluar el estrés físico y mental relacionado con la salud para esta generación”.
Las vacaciones son fundamentales para recuperarnos del trasiego anual, son una forma de tomarse un respiro, disfrutar y desconectar de las obligaciones laborales. Aprende a prevenir el estrés. Sin embargo, para algunas personas, las vacaciones suponen “el despertador de todos los conflictos” personales e interpersonales convirtiéndose en una fuente de ansiedad y estrés. De la misma manera el cambio del ritmo de vida vacacional a las exigencias de la vida laboral, suelen tener unas repercusiones en nuestro organismo, el cual necesita un tiempo para adaptarse a las exigencias de la rutina. El estrés es una respuesta de nuestro organismo que aparece ante la percepción de que las demandas del medio sobrepasan nuestra capacidad para afrontarlas. Cualquier cambio en nuestra vida, nos puede generar estrés. En función de cómo valoremos las consecuencias de dicha situación o cambio, es estrés puede ser positivo ( eutrés) o negativo ( distrés). El estrés es una respuesta automática e involuntaria que implica un importante aumento de los niveles de activación fisiológica y psicológica pudiendo desencadenar paralelamente una reacción de ansiedad. Si las respuestas de estrés negativo se repiten con excesiva frecuencia, intensidad o duración, pueden producir un desgaste importante y facilitar el agotamiento de los recursos personales (físicos y psicológicos), desencadenando en problemáticas: Psicológicas: Problemas de relación familiar y social, insomnio, irritabilidad, dificultad en la concentración, atención y memoria, cambio del estado de ánimo, sensación de insatisfacción, etc. Físicas: Úlceras, mareos, dolores de cabeza, tensión muscular, cansancio, dolores abdominales, problemas dermatológicos, problemas sexuales, problemas endocrinos, etc. Conductuales: Evitar situaciones temidas, hacer rituales, tics, llorar, tartamudear, fumar, beber o comer en exceso, tomar ansiolíticos por sistema, etc. Algunos consejos para prevenir el estrés tras las vacaciones : Plantearse expectativas realistas a nuestro regreso. Fomentar espacios personales que favorezcan la relajación (leer, contemplar, reflexionar, practicar algún hobbie). Durante las vacaciones es importante distanciarse de la rutina y aprender a “desconectar”. Pero al regreso es también importante, descansar y desconectar del trabajo, tratando de generar actividades creativas que absorban nuestra atención. Ser tolerante con las opiniones y los deseos de los demás, tratando de llegar a acuerdos que concilien las expectativas de los miembros de la familia. Dejar algunos días sin programar dando pie a la improvisación. Encontrar tiempo para jugar con nuestros hijos, tratando de implicarse en la creatividad de los juegos. No olvidar, fomentar la relación con nuestra pareja (generar contextos favorables, que estimulen el bienestar y la comunicación)
El tiempo libre es uno de los mayores anhelos en la sociedad occidental. De hecho, hace relativamente poco, se publicó una investigación que aseguraba que la gente más feliz tiene más tiempo y menos dinero. Las autoras de aquel trabajo aseguraban las personas que priorizan el tiempo sobre el dinero tienen mejor calidad de vida : relaciones sociales y carreras más satisfactorias a la vez que más felicidad. Sin embargo, muchas personas que viven en la sociedad contemporánea sienten que no tienen tiempo suficiente para sí mismos, por lo que buscan más constantemente. ¿Pero es realmente perjudicial tener poco tiempo libre? ¿Hay algún inconveniente por tener demasiadas horas de ocio? ¿Cuánto tiempo necesitamos realmente para ser felices? Un equipo de investigadores de la Universidad de Pensilvania y la Universidad de California (EE UU) arrojaron un poco de luz sobre este asunto en un estudio publicado en Journal of Personality and Social Psychology. La investigación se basa en dos conjuntos de datos a gran escala que incluyeron a más de 35.000 estadounidenses. En concreto, los científicos descubrieron que las personas con más tiempo libre suelen tener mayores niveles de bienestar subjetivo, pero sólo hasta cierto punto. Precisamente, encontraron una relación negativa entre el tiempo de ocio y el bienestar subjetivo. Por una parte, los resultados mostraron que el hecho de tener poco tiempo se relaciona con un menor índice de bienestar causado por el estrés. Sin embargo, tener más tiempo libre no se traduce siempre en un mayor nivel de felicidad. Las personas que tenían hasta dos horas libres al día decían sentirse mejor que las que tenían menos tiempo. En cambio, las personas que tenían cinco horas o más de asueto reconocieron que se sentían incluso peor. Al final, una media aproximada de dos o tres horas al día sea probablemente la cantidad ideal de tiempo libre para satisfacer las necesidades de una persona, según los expertos. “La mayoría de la gente tiene muy poco tiempo libre, pero demasiado tiempo libre no siempre es mejor”, afirmó en una nota de prensa Marissa Sharif, experta en marketing de la Wharton School de la Universidad de Pensilvania y autora principal del estudio. “A veces, disponer de mucho tiempo libre está incluso relacionado con un menor bienestar subjetivo debido a la falta de productividad ”, en palabras de los investigadores. Por tanto, tener demasiado tiempo de descanso puede hacer que la persona no se sienta lo suficientemente productiva, y esto acabe menoscabando su felicidad. En estos casos, la productividad durante el tiempo individual emerge como un factor crucial. En este sentido, señalan los autores del estudio, “el efecto negativo de tener demasiado tiempo para uno mismo puede mitigarse cuando las personas emplean este tiempo en actividades productivas”. Saber gestionar el tiempo En paralelo, los investigadores realizaron otros dos experimentos para corroborar estos hallazgos. En uno de ellos se pidió a los participantes que imaginaran que tenían entre 3,5 y siete horas libres al día y que imaginasen que empleaban ese tiempo en actividades ‘productivas’ (como la actividad física) o ‘no productivas’ (como ver la televisión). Según los resultados, los participantes reconocieron que su bienestar se vería perjudicado sólo si no realizaban alguna actividad de forma provechosa, aunque tuviesen mucho tiempo libre durante el día. En otras palabras, la forma en que las personas pasan su tiempo libre importa, pero lo que se considera ‘productivo’ depende de cada persona. “Si ver dos horas de 'Friends' en tu tiempo libre aumenta tu felicidad, debes hacerlo”, aclaró Sharif. “El objetivo de todo esto es el de cuidarse a uno mismo ”, reflexionó. No obstante, “en los casos en que la gente sí cuente con cantidades excesivas de tiempo, como por ejemplo, después de jubilarse o dejar un trabajo”, añadió, “nuestros resultados muestran que estas personas se beneficiarían de emplear ese tiempo libre con un propósito concreto ”. En definitiva, las conclusiones sugieren que la relación entre el tiempo personal y la felicidad es compleja. Con todo, no se trata simplemente de tener más tiempo, sino de cómo se utiliza ese tiempo. La productividad y la sensación de logro durante el tiempo libre parecen ser factores clave para mantener o mejorar el bienestar subjetivo, incluso cuando se dispone de exceso de tiempo para uno mismo. Según conclusiones basadas en investigaciones científicas, los factores que determinan un equilibrio adecuado entre tiempo libre y felicidad son: la calidad del tiempo (más que la cantidad), la sensación de autonomía sobre esas horas, un balance adecuado con el trabajo, la variedad de actividades, el descanso y la recuperación, las interacciones sociales e incluso la capacidad de adaptarse a esas formas de tiempo libre.
Diciembre es conocido como uno de los meses más agobiantes. Esto, porque además de caer sobre él la acumulación de todo el año, son muchos los compromisos y eventos que trae consigo. Reuniones sociales, fiestas de fin de año, Navidad, Año Nuevo y mayor carga laboral por el cierre del año, son solo algunos de ellos, y todos influyen en que cueste levantarse por la mañana, aumente la sensación de agotamiento y se hagan más frecuentes los episodios de dolores de cabeza, síntoma que se traduce en estrés. Pero ¿cómo enfrentar el estrés de fin de año? La jefa de la Unidad Emocional de Clínica INDISA, Josefina Guzmán, recomienda tomarlo con cautela, pero siempre adoptando acciones para tratar el estrés. “Para combatir el estrés tenemos que empezar por desactivar los umbrales de alerta que tenemos respecto a nuestros deberes o cosas pendientes. Por eso, siempre son recomendables las terapias alternativas o la actividad física que permitan la liberación y regulación hormonal, cardiovascular y cerebral, que son los centros principales de alerta”, puntualiza. Por otro lado, se debe considerar que el estrés en sí mismo no es algo negativo. “Una cantidad adecuada puede ser incluso necesaria para activarnos y motivarnos al logro de ciertas metas u objetivos”, explica la jefe de la Unidad Emocional de INDISA. ¿Cómo saber si sufro de estrés? Primero, conviene determinar qué es el estrés, el que se define como toda situación que afecta los hábitos o rutina acostumbrada de las personas. De hecho, todos los días estamos expuestos a cierto estrés. “Puede ser desde un taco hasta una mayor carga de trabajo, lo que produce que haya una mayor activación de los sistemas nervioso, inmunológico, neurológico, entre otros. El fin de año tiene asociados varios eventos que, si bien los conocemos, nunca sabemos cómo pueden salir, y por eso nos estresamos”, señala JosefinaGuzmán. Ahora, para determinar si se tiene estrés, hay síntomas muy específicos que lo caracterizan. La especialista en Salud Emocional de INDISA detalla los principales: • Dolor de cabeza. • Tensión o dolor muscular. • Malestar en el pecho. • Cansancio. • Cambio en el deseo sexual. • Malestar estomacal: diarrea o estreñimiento. • Problemas de sueño. ¿Cómo combatir el estrés, sobre todo el de fin de año? Si bien se puede aprender a controlar el estrés, es inevitable no sentirlo, por lo que es determinante conocer sus síntomas, adquirir hábitos que contribuyen a enfrentarlo de mejor manera y, sobre todo, si se hace insostenible, tratarlo. De esta manera, la especialista de INDISA entrega algunas recomendaciones para lidiar de mejor manera con el último mes del año y sus compromisos: • Organizar adecuadamente el tiempo y los horarios, siendo realistas en el tiempo que nos toma cada actividad, incluyendo descanso, comidas y traslados. • Aprender a decir que no y renunciar a lo que escapa de nuestras capacidades. • Bajar el nivel de exigencia de cara a las fiestas y tener expectativas realistas. • Ser optimista y tener buena actitud. • Tener una rutina de actividad física y ojalá hacer vida al aire libre. • Mantener una dieta balanceada, rica en frutas y verduras, ya que una buena alimentación ayuda a lograr una mayor concentración. “Se debe considerar que los síntomas del estrés se agudizan aún más cuando la persona asume que está sufriendo una situación de este tipo, ya que se siente incapaz de controlarlo. Por eso, la insistencia en su tratamiento con un especialista, sobre todo cuando se trata de un estrés agudo esporádico o de uno crónico”, explica Josefina Guzmán. Cabe destacar que Clínica INDISA cuenta con una Unidad de Salud Emocional Hospitalaria, dedicada a la promoción del bienestar emocional y salud mental de sus pacientes y familias, donde se encarga de proporcionar una atención integral, gratuita y de calidad hacia aquellos que están hospitalizados. Esto, para percibir de manera más positiva los procesos durante una hospitalización, mejorar la adherencia a los tratamientos y, sobre todo, brindar una experiencia más humanizada en la recuperación de sus pacientes.