5 de mayo de 2025
En el marco de la escasez hídrica que azota la zona, la cosecha de la papaya, fruto emblema de La Serena, se ha vuelto un desafío que afrontan de pie los pocos productores que se arriesgan a mantener sus cultivos.
Es así como la producción de papaya es un reto para cada uno de los agricultores que siguen apostando por mantener vigente al fruto que le da identidad y sabor a la zona costera de la provincia de Elqui.
Con poca agua disponible, los agricultores deben aplicar diversas estrategias para mantener sus cultivos.
Uno de los productores de papayas del sector Algarrobito, don Óscar Carvajal, explicó a Diario El Día cómo ha podido mantener la producción en medio de la sequía.
“Prácticamente ya no contamos con el agua de los canales, es decir los pocos productores que nos mantenemos activos estamos sustentándonos a base de pozos, solamente regando con agua subterránea; porque la verdad, es que contamos con menos del 15% del agua de los canales, y eso no alcanza para nada. En la parte hídrica estamos muy, muy, complicados, porque además tenemos allí un costo bastante alto asociado a extraer y utilizar el recurso hídrico”, señaló Carvajal.
Precisó que actualmente todos los agricultores cuentan con riego tecnificado, ya que el riego tradicional ya no es factible en el actual escenario, sobre todo considerando que el agua que se usa es subterránea y que hay que aprovechar hasta la última gota.
“Actualmente el 70% del agua que usamos es de pozos, pero es muy costosa. Para tener una referencia: si el costo del agua de canal en una escala del 1 al 10, es 2; el costo del agua subterránea viene a ser de 9. Se cuadruplica ese precio porque hay que tener en cuenta el costo de la energía que se disparó. El bombeo de las aguas de pozo tienen otros costos adicionales. Ya el riego es otra cosa, porque al tenerla en el estanque es más fácil, pero la extracción de agua es costosa”, señaló, advirtiendo eso sí, que no todos los productores cuentan con un pozo, debido a su alto precio de instalación y mantenimiento.
Agregó que el cultivo del papayo se da en la zona baja de la región, sobre todo en el valle del Elqui, en los primeros 20 kilómetros desde la costa hacia la cordillera, porqué más arriba de esa cota ya es difícil su cultivo por un factor climático.
“En la parte baja, a muchos de los productores ya no les dan los costos y han optado por vender los terrenos para convertirlos en parcelas de agrado. Así que el área también se ha ido achicando, por los costos y por ver una oportunidad de vender lotes. La población va aumentando y se requieren entonces de nuevas oportunidades de vivienda o de acceso a espacios de esparcimiento. Así que de alguna manera es una buena manera de vender un campo”, explicó.
Fruto selecto
Carvajal subrayó que el rubro del papayo no es masivo, y que la cantidad de productores se ha mantenido más o menos constante en los últimos años, a pesar de algunas fluctuaciones.
“Cuando aumentó el precio aparecieron unos cuantos productores. Cuando bajó el precio descendió la cifra. Como que se autorregula solo el mercado, pero no es un mercado de mucha gente. Productores grandes con cosechas de más de 5 hectáreas no somos más de diez, el resto son productores pequeños de huerto. La producción de papaya es limitada, tanto por el tema hídrico, como porque no hay muchas zonas de cultivo, ya que tiene que ser muy focalizado. Además su cosecha es muy demandante con respecto al suelo porque debemos hacerle rotación con otros cultivos, y por eso también se van acabando las áreas. La venta tampoco es algo masiva, ya que es un producto demandado más que todo en la región, ya que siempre se ha asociado la papaya a La Serena, lo que hace que no sea un producto de consumo masivo. Es un producto más de turismo”.
Recordó que en momentos de la pandemia muchas pymes y mucha gente intentó desde sus casas procesar estos productos, como una manera de hacer algo novedoso y de tener una venta adicional, algún ingreso extra, y que hubo un auge en el momento que levantó un poco el precio, pero superado ese periodo, el precio se regularizó a los niveles que tenía antes.
“El tema es que han aumentado los costos de los insumos, la mano de obra, la electricidad, pero los precios del fruto no han subido, así que eso es algo que hay que ir manejando. Este es un cultivo que se tarda unos dos años en entrar en producción, así que hay que buscar mantenerse durante esas dos primeras temporadas, y obviamente es una inversión que dura luego unos ocho años. No es un cultivo de largo plazo. Desde afuera, el ambiente del cultivo de papaya se ve muy bonito, pero otra cosa es cuando vemos las cifras y las realidades, porque de alguna manera es un cultivo de riesgo, ya que al no ser un fruto de primera necesidad o de alta demanda como lo pudieran ser la palta, la cebolla o los limones, se convierte más en una segunda opción para el comprador”, destacó el productor.
Fuente: DiarioElDia Región