Mujer de 62 años relató angustiante escape tras quedar atrapada en auto inundado

Las intensas lluvias que azotaron la capital este jueves provocaron la inundación de un paso bajo nivel en Eduardo Castillo Velasco, entre Ramón Cruz y Alcalde Jorge Monckeberg, en la comuna de Ñuñoa. En medio de esta situación, Cecilia Navarro, una mujer de 62 años que se dirigía a su trabajo a las 6:30 de la mañana, se vio sorprendida al encontrarse atrapada en su auto por el agua.

“En esa parte hay una inclinación grande de la calle, entonces vi el agua cuando ya estaba muy encima. Frené, pero como estaba todo mojado, me deslicé y entré al agua”, relató Cecilia a LUN.

“Unos 30 segundos después empezó a aflorar el agua por el piso. Empecé a ver el agua. Eso me dio susto. Traté de pedir ayuda por teléfono, pero no pude comunicarme. Llamé al 133, busqué un teléfono de Bomberos, llamé a una de mis hijas y a otro familiar, pero nadie me contestó”, añadió.

En medio del miedo y la angustia, Cecilia describió cómo se sintió mientras el agua subía: “Empecé a ver el agua. Eso me dio susto. Traté de pedir ayuda por teléfono, pero no pude comunicarme. Llamé al 133, busqué un teléfono de Bomberos, llamé a una de mis hijas y a otro familiar, pero nadie me contestó”.

Durante su intento desesperado por salir del auto sumergido, Cecilia notó que otro conductor estaba en la misma situación y le aconsejó que saliera por la ventana. A pesar de los moretones en las caderas que sufrió al escapar por la ventana del vehículo, logró salir con vida.

El escape de Cecilia

Cecilia finalmente logró escapar después de que puso las manos en la base de la ventana y se dio impulso para salir. “Salí de cabeza y me metí al agua. El problema fue que como en la mañana hacía mucho frío, iba con una chaqueta gruesa, con chiporro, entonces me costó mucho nadar, no me podía mover, por el peso de la ropa. Empecé a nadar y no avanzaba”, relató al medio citado.

“Ahí me desesperé un poco, porque avanzaba muy poco y sentía el peso. Hasta que de repente sentí algo abajo con las manos y me aferré y me di cuenta que estaba en la orilla. Ahí ya estaban los vecinos esperándome. Ellos me agarraron, me sacaron la chaqueta, la cartera y me llevaron inmediatamente a su casa”, recordó.

Una vez fuera del agua helada, Cecilia recibió ayuda y refugio en casa de unos vecinos compasivos: “La dueña de casa me estaba esperando con una toalla en las manos. Me pasó ropa seca. Yo insistía en llamar a mi hija. Al final me metieron al baño y me pasaron ropa seca”.

“Julieta llamó a mi hija, pero salí altiro a preguntar si ya habían podido hablar con ella. Me tenían un café, me prendieron la estufa y me dejaron sentada calentita. Ahí me calmé un poco, mi hija ya venía en camino, con mi otra hija. Mientras me tomé el café llamé al trabajo para avisar que no iba a llegar”.

Cecilia expresó su gratitud hacia Julieta por su apoyo emocional: “La Julieta, que es doctora, me hablaba harto como para que yo estuviera más tranquila... Todavía la tengo porque hablo contigo y me dan ganas de ponerme a llorar”.