11 de mayo de 2025
Cuando la ciudad de La Serena se preparaba para contar -hace una década- con un acceso norte moderno y amplio, y lucir una conexión con Vallenar acorde a las nuevas exigencias de tránsito, no imaginó que lo que había planificado en materia de vialidad se iba a interrumpir por el hallazgo arqueológico más importante del país y posiblemente del continente, en cuanto a información de culturas precolombinas se refiere.
En julio de 2015 cuando se iniciaban los trabajo de construcción de la doble vía que conectaría a la capital coquimbana con la provincia de Huasco, los primeros movimientos de tierra a apenas a un par de kilómetros del área urbana de La Serena se toparon con el descubrimiento arqueológico más importantes que se haya realizado en Chile e incluso en Sudamérica, dejando ver en las primeras semanas de excavaciones la riqueza incalculable que se mantuvo oculta por cerca de siete siglos.
Lo que sería un trámite y un proceso abreviado para dar paso a la construcción de la vía, se transformó poco a poco en el Sitio Arqueológico El Olivar, una vitrina abierta al conocimiento de tres culturas prehispánicas que ofrecía datos como ningún otro lugar sobre las costumbres funerarias, las tradiciones y los ritos que aplicaban las distintas comunidades originarias a sus difuntos y sus posesiones.
Ya en diciembre del 2015 se iniciaron los trabajos de rescate a cargo de 70 profesionales entre arqueólogos, antropólogos físicos y conservadores. De tal manera que la construcción de un tramo de carretera de al menos 380 metros de largo por unos 50 metros de ancho, debían esperar por las labores de excavación, retiro y conservación del material de valor ceremonial y cultural que permanecían allí congelados en el tiempo.
Pero los trabajos de investigación no serían rápidos, sobre todo si se toma en cuenta que mientras más se estudiaba el suelo, más valioso era el material de análisis que se extraía.
Para dimensionar la importancia del hallazgo, hay que señalar que en total -más allá de la zona que interrumpió la construcción vial- fueron apuntadas unas 35 hectáreas de superficie, en las que se logró determinar que guardan los vestigios de al menos siete siglos de ocupación prehispánica continua: desde tempranos conchales que acusan la presencia del primer grupo agroalfarero de la zona, la cultura El Molle (0-800 d. C.), hasta vastas áreas habitacionales y funerarias asociadas al complejo cultural Las Ánimas (600-1000 d. C.) y, sobre todo, a su continuadora, la cultura diaguita (900-1500 d. C.).
Tras lo estudios se determinaron un total de ocho zonas funerarias, de las cuales las lupas se colocaron sobre todo en dos de ellas.
Valioso Tesoro
En enero de 2018 ya se habían exhumado 218 cuerpos humanos articulados, 40 entierros secundarios (que están completos pero ocupando un espacio más reducido), 20 conjuntos óseos que no están articulados y son más de un individuo, 49 camélidos que acompañan las sepulturas ánimas -entre llamas y guanacos-, sobre 100 vasijas completas y otras tantas fragmentadas; incluso elementos de oro y otras piezas de orfebrería y artesanía, las que fueron ubicadas en cerca de 1.200 cajas que fueron trasladadas a Santiago a la espera de los estudios definitivos.
Con esos datos, en ese momento se determinó que se estaba en presencia de una necrópolis, algo más complejo que un cementerio, pues se trataba de un tejido de estructuras culturales que se había consolidado con el correr de los años.
Pero ese mismo año se detuvieron los trabajos de rescate y decenas de huellas arqueológicas quedaron expuestas, lo que significó un riesgo latente de deterioro del material histórico analizado.
Vía en espera
Si bien en estas condiciones la obra de la carretera sería imposible desarrollarla como estaría en el plano original, la idea de un viaducto que solo se soportara en seis puntos de base cobraba fuerza, dejando la posibilidad de que el parque arqueológico se mantuviera debajo de la vía y que hasta se le considerara como museo al aire libre. Pero dicha idea tampoco prosperó ni en la mesa ni en la realidad.
Luego de varios años de procesos que caminaban en cámara lenta, y a pesar de que muchas de las piezas y parte de las excavaciones fueron resguardadas para evitar su deterioro en el corto plazo, el paso del tiempo reclamaría lo suyo y quienes desde el primer momento presionaron para que se cuidara el material arqueológico, ahora alzarían su voz para advertir el nulo avance de las medidas con las que se conservaría El Olivar.
De hecho en marzo de 2021, distintas agrupaciones y dirigentes de pueblos originarios acusaron las pocas acciones que se estaban tomando para preservar correctamente el lugar y mantener el lugar como recinto de ceremonia y respeto.
Una de las principales peticiones que hicieron desde las agrupaciones, era la posibilidad de que se catalogara el lugar como parte de las zonas protegidas en el Plano Regulador Intercomunal de la Provincia del Elqui, y que se reconociera la voz de las comunidades diaguita a través de una consulta indígena que garantice su participación en la toma de decisiones.
Durante esa fecha tampoco hubo avance en ninguna de las dos solicitudes, y aunque en octubre de ese año las autoridades prometían más participación de los pueblos originarios en el tema de El Olivar y de cómo compaginar la construcción de la ruta de enlace hacia el norte con el resguardo del parque arqueológico, dicha promesa nunca se concretó y quedó en el aire la forma de hacerla realidad.
Tres períodos presidenciales han visto las gestiones del recinto arqueológico desde su hallazgo en 2015, todos ellos han anunciado que “tomarán acciones” tanto para completar la ruta como para preservar correctamente el legado histórico de los pueblos ancestrales, pero sus anuncios se dilataron tanto, que el tiempo se agotó para cada gobierno y tuvieron que entregar el mando con el mismo compromiso incumplido.
Fuente: DiarioElDia Región