La Dra. Cristina Segura, investigadora de la Unidad de Desarrollo Tecnológico de la Universidad de Concepción (UdeC), lidera un innovador proyecto que convierte plástico en combustible para aviones, un avance significativo en la búsqueda de soluciones a la contaminación plástica y la necesidad de combustibles más sostenibles. Este proyecto, en colaboración con ENAP y una empresa de reciclaje, promete revolucionar la industria de la aviación y el manejo de residuos en Chile. El proceso central de esta transformación es la pirólisis, una técnica que descompone el plástico a altas temperaturas en ausencia de oxígeno. «Lo que hacemos es transformar estas moléculas grandes de plástico en moléculas más pequeñas, principalmente hidrocarburos líquidos, similares a los combustibles», explica la Dra. Segura. Este líquido, químicamente similar al queroseno, se refina posteriormente para cumplir con los estándares de la aviación. La Dra. Segura destaca la eficiencia del proceso: con aproximadamente 100 gramos de plástico se obtienen cerca de 50 ml de combustible. Si bien la cantidad de plástico disponible en Chile no es suficiente para cubrir toda la demanda de combustible de aviación, esta tecnología ofrece una solución parcial y contribuye a la problemática de la gestión de residuos plásticos. «En Chile consumimos al año cerca de 1 millón de toneladas de plástico. Si bien no es suficiente para reemplazar completamente el combustible de aviación, que ronda los 1.500 millones de litros, sí aporta a la solución «, aclara la investigadora. Combustible sostenible para la aviación del futuro Este proyecto se alinea con las metas nacionales e internacionales de reducir las emisiones de CO2 en la aviación. Chile, por ejemplo, busca que para el 2050 el 50% del combustible de aviación sea sostenible. La ventaja de este combustible a base de plástico, en comparación con otros biocombustibles, reside en la simplicidad, rapidez y menor costo del proceso de transformación. «Desde el punto de vista químico, las moléculas son muy parecidas, por lo que se requiere menos esfuerzo para llegar a este combustible «, señala la ingeniera química. La colaboración con ENAP es fundamental para el escalamiento y la futura comercialización de este combustible. La Dra. Segura visualiza un escenario donde plantas de pirólisis procesen el plástico y ENAP se encargue del refinamiento, aprovechando su infraestructura existente. «Lo vemos mucho más cercano, en un periodo de tiempo no más allá de 5 años, que esta tecnología ya pueda estar en el mercado», proyecta. Además del queroseno para aviones, el proceso también genera diésel, ampliando aún más su potencial impacto. El equipo de la UDT se ha enfocado en la caracterización del combustible obtenido, confirmando que cumple con las especificaciones técnicas del queroseno de aviación. El próximo paso es escalar la producción y realizar pruebas de mezcla con combustible tradicional. La meta para este año es ambiciosa: producir el primer litro de combustible de aviación a partir de plástico en Chile. Este hito marcaría un paso decisivo hacia un futuro más sostenible para la aviación y el manejo de residuos.
El Niño y La Niña, las dos caras de la moneda climática que llamamos ENSO ( El Niño-Oscilación del Sur). Este péndulo climático se encuentra ahora en pleno cambio de fase: si durante el año pasado el mundo se encontraba en su fase de El Niño, ahora nos dirigimos al lado opuesto, La Niña. Se trata de fenómenos de alcance mundial, por lo que haremos un repaso de qué ENSO y cuáles son las consecuencias que podemos prever de este cambio de fase que tenemos delante. Por tratarse de las dos caras de una misma moneda, podemos explicar qué es La Niña dentro del contexto de la oscilación completa. El ciclo de ENSO es una oscilación climática un tanto irregular que se da por la alternancia entre temperaturas más cálidas y más frías en un área del Pacífico. Si El Niño es la fase “cálida” de este proceso, La Niña es la fase “fría”. El problema es que estas fluctuaciones en la temperatura del agua de una estrecha franja oceánica desencadenan un efecto dominó de consecuencias climáticas que se hacen notar en mayor o menor medida en buena parte del mundo. Especialmente, por proximidad, en las costas occidentales de Sudamérica. En esta zona, el fenómeno de El Niño genera intensas lluvias que se extienden también por la costa pacífica de Norteamérica. Los efectos de La Niña son, como cabe esperar, bien distintos. Esta fase se relaciona con fuertes vientos alisios, un descenso de la temperatura ecuatorial y, si El Niño se relacionaba con fuertes lluvias e inundaciones, La Niña trae consigo temporadas más secas. Sin embargo las consecuencias de esta alternancia se expanden por todo el mundo. En el caso de La Niña podemos poner ejemplos como sequías en el Cuerno de África y en la zona sur de Sudamérica. La Niña también puede traer consigo precipitaciones en algunos lugares, como el sudeste asiático y partes de Oceanía. Un caso particular es el de México, donde reduce las precipitaciones en el norte y centro pero las aumenta en la costa del Pacífico. La alternancia entre El Niño y La Niña también tiene un impacto sobre la distribución de los huracanes. La aparición de estas tormentas extremas depende en buena medida de la temperatura en la superficie del océano. El Niño se relaciona con temperaturas más altas en el Pacífico, lo que hace que en esta fase la temporada de huracanes en el Pacífico oriental sea más intensa. En contraste, La Niña “suaviza” la intensidad de los huracanes en el pacífico oriental pero hace que la temporada atlántica de huracanes sea más temible. Este es el motivo por el que los meteorólogos esperan que la segunda mitad del verano vea un repunte en la actividad de estas tormentas en el Atlántico norte, Caribe y golfo de México. Los impactos pueden variar de región a región y no siempre son simétricos. En España, por ejemplo, los efectos de La Niña suelen hacerse notar más, lo que suele traducirse en años con menos precipitaciones y propensos a la sequía. En Chile, La Niña puede moderar las temperaturas y las precipitaciones, haciendo que los años no sean extremadamente cálidos ni húmedos La Niña se acerca Además de los impactos climáticos, ENSO tiene otro problema: es muy difícil predecir este ciclo. No solo es difícil estimar con precisión cuándo se producirá el cambio de ciclo, tampoco es fácil determinar qué intensidad tendrá la siguiente etapa en esta oscilación. Es por eso que desde primavera llevamos escuchando diversas estimaciones sobre cuándo llegará por fin La Niña, sabemos que está cerca pero no sabemos del todo cuán cerca se encuentra la alternancia. Según estimaciones recientes hay un 70% de probabilidades de que La Niña llegue entre agosto y septiembre. Las temperaturas medias mundiales llevan mes tras mes batiendo récords y suman ya más de un año consecutivo de esta anomalía cálida. Muchos expertos creen que El Niño tiene parte de la culpa (que no toda). En este sentido, existe cierto optimismo con respecto a lo que La Niña nos puede traer: un descenso de las temperaturas medias globales, un respiro climático. En los océanos es posible que el cambio de tendencia haya comenzado: la temperatura media de las aguas del planeta ya no está por encima de la que veíamos el año pasado por estas fechas (aunque tampoco está muy por debajo). Quizás la temperatura atmosférica siga este camino. Aún así, la tendencia a largo plazo, probablemente marcada por el cambio climático, no es tan optimista en este sentido. Una curiosidad sobre este fenómeno es el origen del nombre. Este procede de la expresión “El Niño de Navidad” y tiene su probable origen en el siglo XVII. Fueron los pescadores de la costa oeste de Sudamérica los primeros en percibir este singular patrón climático. Puesto que El Niño tiende a presentar su pico de actividad en el mes de diciembre, estos comenzaron a asociar el fenómeno climático con la Natividad. La Niña, por su parte, recibiría su nombre en contraposición e esta primera onomástica.
E l hielo marino hace referencia al hielo que se forma en el océano que rodea el Ártico, recientemente el Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve de Estados Unidos informó que el hielo que cubre alrededor del continente alcanzó niveles récord de deshielo en este invierno boreal. El Ártico es una región polar ubicada en la parte más al norte de la Tierra y es conocido popularmente como Polo Norte. Está formado por el Océano Ártico, mares adyacentes y partes de varios países, incluidos Canadá, Dinamarca (Groenlandia), Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia y Estados Unidos (Alaska). El deshielo de los polos en el Ártico y en la Antártida ya es un hecho demostrado por la comunidad científica internacional. Este lugar es el hábitat natural de osos polares, renos, zorros árticos, bueyes almizcleros, lobos árticos, liebres árticas, focas, morsas, entre otros animales. Recientemente, se conoció una investigación de la Universidad de Colorado Boulder, de Estados Unidos, donde científicos predicen que en los próximos 10 años el Ártico se quedará sin hielo marino, esto debido principalmente a las altas temperaturas. Los hallazgos fueron publicados este 5 de marzo en la revista ‘ Nature Reviews Earth & Environment ’, y mencionan que el primer día sin hielo en el Polo Norte podría ocurrir en los próximos diez años, es decir, en 2035. Los investigadores mencionan que es posible que a mediados de siglo, es decir, en 2050, el Ártico pase más de un mes entero sin hielo marino flotante y aseguran que esta condición podría extenderse por varios años. El umbral representa menos del 20% de lo que era la capa de hielo mínima estacional de la región en la década de 1980. En los últimos años, el Océano Ártico tenía alrededor de 3,3 millones de kilómetros cuadrados de superficie de hielo marino. En septiembre de 2023, el Ártico registró su sexta extensión mínima de hielo más baja desde que la Nasa comenzó a rastrearlo con satélites en 1978, mientras que el polo sur, también registró el máximo más pequeño de la historia en la región.
La Dra. Cristina Segura, investigadora de la Unidad de Desarrollo Tecnológico de la Universidad de Concepción (UdeC), lidera un innovador proyecto que convierte plástico en combustible para aviones, un avance significativo en la búsqueda de soluciones a la contaminación plástica y la necesidad de combustibles más sostenibles. Este proyecto, en colaboración con ENAP y una empresa de reciclaje, promete revolucionar la industria de la aviación y el manejo de residuos en Chile. El proceso central de esta transformación es la pirólisis, una técnica que descompone el plástico a altas temperaturas en ausencia de oxígeno. «Lo que hacemos es transformar estas moléculas grandes de plástico en moléculas más pequeñas, principalmente hidrocarburos líquidos, similares a los combustibles», explica la Dra. Segura. Este líquido, químicamente similar al queroseno, se refina posteriormente para cumplir con los estándares de la aviación. La Dra. Segura destaca la eficiencia del proceso: con aproximadamente 100 gramos de plástico se obtienen cerca de 50 ml de combustible. Si bien la cantidad de plástico disponible en Chile no es suficiente para cubrir toda la demanda de combustible de aviación, esta tecnología ofrece una solución parcial y contribuye a la problemática de la gestión de residuos plásticos. «En Chile consumimos al año cerca de 1 millón de toneladas de plástico. Si bien no es suficiente para reemplazar completamente el combustible de aviación, que ronda los 1.500 millones de litros, sí aporta a la solución «, aclara la investigadora. Combustible sostenible para la aviación del futuro Este proyecto se alinea con las metas nacionales e internacionales de reducir las emisiones de CO2 en la aviación. Chile, por ejemplo, busca que para el 2050 el 50% del combustible de aviación sea sostenible. La ventaja de este combustible a base de plástico, en comparación con otros biocombustibles, reside en la simplicidad, rapidez y menor costo del proceso de transformación. «Desde el punto de vista químico, las moléculas son muy parecidas, por lo que se requiere menos esfuerzo para llegar a este combustible «, señala la ingeniera química. La colaboración con ENAP es fundamental para el escalamiento y la futura comercialización de este combustible. La Dra. Segura visualiza un escenario donde plantas de pirólisis procesen el plástico y ENAP se encargue del refinamiento, aprovechando su infraestructura existente. «Lo vemos mucho más cercano, en un periodo de tiempo no más allá de 5 años, que esta tecnología ya pueda estar en el mercado», proyecta. Además del queroseno para aviones, el proceso también genera diésel, ampliando aún más su potencial impacto. El equipo de la UDT se ha enfocado en la caracterización del combustible obtenido, confirmando que cumple con las especificaciones técnicas del queroseno de aviación. El próximo paso es escalar la producción y realizar pruebas de mezcla con combustible tradicional. La meta para este año es ambiciosa: producir el primer litro de combustible de aviación a partir de plástico en Chile. Este hito marcaría un paso decisivo hacia un futuro más sostenible para la aviación y el manejo de residuos.
El Niño y La Niña, las dos caras de la moneda climática que llamamos ENSO ( El Niño-Oscilación del Sur). Este péndulo climático se encuentra ahora en pleno cambio de fase: si durante el año pasado el mundo se encontraba en su fase de El Niño, ahora nos dirigimos al lado opuesto, La Niña. Se trata de fenómenos de alcance mundial, por lo que haremos un repaso de qué ENSO y cuáles son las consecuencias que podemos prever de este cambio de fase que tenemos delante. Por tratarse de las dos caras de una misma moneda, podemos explicar qué es La Niña dentro del contexto de la oscilación completa. El ciclo de ENSO es una oscilación climática un tanto irregular que se da por la alternancia entre temperaturas más cálidas y más frías en un área del Pacífico. Si El Niño es la fase “cálida” de este proceso, La Niña es la fase “fría”. El problema es que estas fluctuaciones en la temperatura del agua de una estrecha franja oceánica desencadenan un efecto dominó de consecuencias climáticas que se hacen notar en mayor o menor medida en buena parte del mundo. Especialmente, por proximidad, en las costas occidentales de Sudamérica. En esta zona, el fenómeno de El Niño genera intensas lluvias que se extienden también por la costa pacífica de Norteamérica. Los efectos de La Niña son, como cabe esperar, bien distintos. Esta fase se relaciona con fuertes vientos alisios, un descenso de la temperatura ecuatorial y, si El Niño se relacionaba con fuertes lluvias e inundaciones, La Niña trae consigo temporadas más secas. Sin embargo las consecuencias de esta alternancia se expanden por todo el mundo. En el caso de La Niña podemos poner ejemplos como sequías en el Cuerno de África y en la zona sur de Sudamérica. La Niña también puede traer consigo precipitaciones en algunos lugares, como el sudeste asiático y partes de Oceanía. Un caso particular es el de México, donde reduce las precipitaciones en el norte y centro pero las aumenta en la costa del Pacífico. La alternancia entre El Niño y La Niña también tiene un impacto sobre la distribución de los huracanes. La aparición de estas tormentas extremas depende en buena medida de la temperatura en la superficie del océano. El Niño se relaciona con temperaturas más altas en el Pacífico, lo que hace que en esta fase la temporada de huracanes en el Pacífico oriental sea más intensa. En contraste, La Niña “suaviza” la intensidad de los huracanes en el pacífico oriental pero hace que la temporada atlántica de huracanes sea más temible. Este es el motivo por el que los meteorólogos esperan que la segunda mitad del verano vea un repunte en la actividad de estas tormentas en el Atlántico norte, Caribe y golfo de México. Los impactos pueden variar de región a región y no siempre son simétricos. En España, por ejemplo, los efectos de La Niña suelen hacerse notar más, lo que suele traducirse en años con menos precipitaciones y propensos a la sequía. En Chile, La Niña puede moderar las temperaturas y las precipitaciones, haciendo que los años no sean extremadamente cálidos ni húmedos La Niña se acerca Además de los impactos climáticos, ENSO tiene otro problema: es muy difícil predecir este ciclo. No solo es difícil estimar con precisión cuándo se producirá el cambio de ciclo, tampoco es fácil determinar qué intensidad tendrá la siguiente etapa en esta oscilación. Es por eso que desde primavera llevamos escuchando diversas estimaciones sobre cuándo llegará por fin La Niña, sabemos que está cerca pero no sabemos del todo cuán cerca se encuentra la alternancia. Según estimaciones recientes hay un 70% de probabilidades de que La Niña llegue entre agosto y septiembre. Las temperaturas medias mundiales llevan mes tras mes batiendo récords y suman ya más de un año consecutivo de esta anomalía cálida. Muchos expertos creen que El Niño tiene parte de la culpa (que no toda). En este sentido, existe cierto optimismo con respecto a lo que La Niña nos puede traer: un descenso de las temperaturas medias globales, un respiro climático. En los océanos es posible que el cambio de tendencia haya comenzado: la temperatura media de las aguas del planeta ya no está por encima de la que veíamos el año pasado por estas fechas (aunque tampoco está muy por debajo). Quizás la temperatura atmosférica siga este camino. Aún así, la tendencia a largo plazo, probablemente marcada por el cambio climático, no es tan optimista en este sentido. Una curiosidad sobre este fenómeno es el origen del nombre. Este procede de la expresión “El Niño de Navidad” y tiene su probable origen en el siglo XVII. Fueron los pescadores de la costa oeste de Sudamérica los primeros en percibir este singular patrón climático. Puesto que El Niño tiende a presentar su pico de actividad en el mes de diciembre, estos comenzaron a asociar el fenómeno climático con la Natividad. La Niña, por su parte, recibiría su nombre en contraposición e esta primera onomástica.
E l hielo marino hace referencia al hielo que se forma en el océano que rodea el Ártico, recientemente el Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve de Estados Unidos informó que el hielo que cubre alrededor del continente alcanzó niveles récord de deshielo en este invierno boreal. El Ártico es una región polar ubicada en la parte más al norte de la Tierra y es conocido popularmente como Polo Norte. Está formado por el Océano Ártico, mares adyacentes y partes de varios países, incluidos Canadá, Dinamarca (Groenlandia), Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia y Estados Unidos (Alaska). El deshielo de los polos en el Ártico y en la Antártida ya es un hecho demostrado por la comunidad científica internacional. Este lugar es el hábitat natural de osos polares, renos, zorros árticos, bueyes almizcleros, lobos árticos, liebres árticas, focas, morsas, entre otros animales. Recientemente, se conoció una investigación de la Universidad de Colorado Boulder, de Estados Unidos, donde científicos predicen que en los próximos 10 años el Ártico se quedará sin hielo marino, esto debido principalmente a las altas temperaturas. Los hallazgos fueron publicados este 5 de marzo en la revista ‘ Nature Reviews Earth & Environment ’, y mencionan que el primer día sin hielo en el Polo Norte podría ocurrir en los próximos diez años, es decir, en 2035. Los investigadores mencionan que es posible que a mediados de siglo, es decir, en 2050, el Ártico pase más de un mes entero sin hielo marino flotante y aseguran que esta condición podría extenderse por varios años. El umbral representa menos del 20% de lo que era la capa de hielo mínima estacional de la región en la década de 1980. En los últimos años, el Océano Ártico tenía alrededor de 3,3 millones de kilómetros cuadrados de superficie de hielo marino. En septiembre de 2023, el Ártico registró su sexta extensión mínima de hielo más baja desde que la Nasa comenzó a rastrearlo con satélites en 1978, mientras que el polo sur, también registró el máximo más pequeño de la historia en la región.